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Reseña<br />
uno<br />
La invención DEL REFLEJO<br />
Por Christian Kupchik<br />
24<br />
Algunos objetos se definen, muchas veces, por el mito que los<br />
precede. En el caso del espejo, el asunto viene de lejos, desde<br />
Narciso y su reflejo en el agua. Luego se nos informó que<br />
Colón “sedujo” a los nativos del Nuevo Mundo con versiones<br />
coloridas de los mismos, que los beneficiados no sabían cómo<br />
calificar. También que el poder de los espejos se mostró impotente<br />
ante los vampiros. Y más aquí en el tiempo, Borges abjuró<br />
de ellos (y “de la cópula”) por su capacidad reproductora. Sin<br />
embargo, el espejo es un símbolo constitutivo de la conciencia<br />
humana, y ha dejado impresa su marca tanto en la mitología,<br />
como en el arte y la literatura, e incluso en las ciencias esotéricas<br />
y el psicoanálisis. De Mímesis a Lewis Carroll, de Rilke<br />
a Lacan, la presencia del espejo va más allá de la imagen que<br />
evoca su nombre. Al menos esto es lo que nos enseña Historia<br />
del Espejo (Club Burton-Edhasa), de la francesa Sabine Melchior-Bonnet,<br />
una obra excepcional, sumamente documentada<br />
en una edición de belleza poco frecuente para nuestro<br />
medio. Complementan la misma un prefacio del reconocido<br />
historiador Jean Delumeau y un posfacio de Luis Gusmán.<br />
Las revoluciones tecnológicas atraviesan a menudo encrucijadas<br />
culturales. En el caso de los espejos, los progresos conseguidos<br />
a lo largo de los siglos han modificado no sólo su uso<br />
cotidiano, sino también una relación más general en cuanto a la<br />
imagen, a la imitación y a la figuración. Distinguirse, estudiarse,<br />
representarse, transformarse. Estas son algunas de las diversas<br />
funciones que, puestas en obra, hacen a la relación especular.<br />
La invención del “espejo cristalino” no es sencilla de datar. Los<br />
antiguos se servían de un espejo metálico que era un pequeño<br />
disco ligeramente bombeado y protegido contra la oxidación<br />
por un trozo de piel. Munido de un pie, el espejo griego formaba<br />
parte esencial de los accesorios femeninos, pero estaba<br />
proscrito entre los hombres. Sus dimensiones minúsculas no<br />
reflejaban más que el rostro y los cabellos, donde se supone residía<br />
la belleza femenina; en cambio, la belleza masculina tenía<br />
una ventaja corporal y se exhibía en los gimnasios. Los ricos<br />
romanos utilizaban espejos en metales preciosos, oro o plata,<br />
y según Séneca, eran lo suficientemente grandes para poder<br />
reflejar el cuerpo entero. Los antiguos textos hacen alusión a<br />
espejos de cristal, pequeñas piezas obtenidas soplando una bola<br />
de vidrio a altas temperaturas. Luego se cortaba y se aplicaba<br />
sobre una plancha de plomo en fusión. Muchos de estos espejos,<br />
sobre todo de los siglos II y III, fueron descubiertos en<br />
diversas tumbas. Objetos de toilette, joyas, amuletos, en verdad<br />
su uso dependía de la cultura que lo adoptaba y era tan incierto<br />
como lo que reflejaba.<br />
Sobre los espejos de cristal abundan testimonios medievales.<br />
Por entonces, los espejos de metal –también llamados de<br />
estaño– eran los más utilizados. El franciscano inglés John<br />
Peckham, describe espejos “de acero, de hierro, de cobre y de<br />
mármol pulido”, lo cual permite pensar en una aleación brillante<br />
y clara, no ferrosa. Algunos de estos ejemplares venían<br />
acompañados de un paño destinado para su pulido. Los más<br />
preciosos, de oro o plata, estaban protegidos en envases de<br />
marfil esculpido y formaban parte de los tesoros de la nobleza.<br />
Peckham habla a continuación de los espejos de cristal recubiertos<br />
de plomo, señalando que cuando el plomo se derrite<br />
“no es posible distinguir imagen alguna.”<br />
Vincent de Beauvais, autor de una enciclopedia para la misma