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claraba en la versión local de la revista francesa Los Inrockuptibles,<br />
con motivo de la edición de Mis modelos de conducta,<br />
en donde escribe sobre los seres que lo formaron como artista<br />
maldito: las musas anónimas como Lady Zorro o Bobby García,<br />
“el Buñuel de las Mamadas”, Leslie Van Houten, miembro del<br />
clan de las “chicas Manson”, entre Tennesse Williams, Denton<br />
Welch, o Little Richard y Cy Twombly: “Siempre escribí.<br />
Nunca hice una película que no me haya gustado y nunca la voy<br />
a hacer. Escribí todos mis libros y mis películas, hasta algunos<br />
trabajos artísticos que no tienen que ver con el cine, los shows<br />
de stand-up que hago… Escribir y planear siempre fue lo mío.<br />
Me veo a mí mismo como un contador de historias, no importa<br />
el formato. Y pese a que paso mucho tiempo reescribiendo, algunas<br />
cosas las corrijo hasta diez veces, pero aun así lo que busco<br />
es que se entienda que lo que estoy haciendo es contar una<br />
historia, hablándole directamente al público. Y nunca le tomo el<br />
pelo a la gente (...)”. Entre sus libros se encuentran Shock Value<br />
(1981), Crackpot: The Obsessions of John Waters (1987-2003),<br />
Art: A Sex Book (2003, coescrito con Bruce Hainley), Mis modelos<br />
de conducta (2010) y Carsick (2014), estos dos últimos<br />
editados en nuestro país por Caja Negra.<br />
Así es como hacia 2012, a sus sesenta y seis años, el director de<br />
Pink Flamingos, se pregunta qué puede hacer para la escritura<br />
de un nuevo libro y casi como para cobrar un adelanto de una<br />
editorial, propone la idea de hacer dedo desde su casa en Baltimore<br />
hasta su departamento en San Francisco, con el objetivo<br />
de escribir un libro con todo lo que le suceda en el trayecto. Con<br />
un estilo de escritura que remite al trazo trash-meticuloso de un<br />
Crumb caramelizado, sobre todo en la primera parte del libro,<br />
Waters nos invita a reír con este ejercicio-idea del demonio.<br />
El Waters de hoy ya no necesita nada, ni siquiera hacer más películas.<br />
Por lo que un viaje a dedo por las rutas de su país es lo<br />
más próximo que puede llegar para volver a sentir la adrenalina<br />
de una verdadera aventura. Por eso también es que se reclama<br />
un adorador de la juventud, porque es la promesa de algo nuevo,<br />
nada más. Así, los hypsters y la generación de raver-pañales<br />
que pulula hoy por todos lados con pijamas y pelos de colores<br />
son sus nuevas promesas de próximos paraísos. Un viejo verde<br />
inmaculado... Jugueteando con el porno-pop se deja llevar por<br />
los senderos del delirio aburguesado, por momentos casi coqueteando<br />
con una senilidad poética, en donde los viejos locos<br />
tiempos se mezclan con los nuevos, aún más locos. Un romance<br />
platónico intergeneracional que aspira a cierta trascendencia<br />
mítico-artística. Aunque no por eso menos patética.<br />
Bautizado “Pontífice del trash” nada menos que por William<br />
Burroughs, conocido como el “Rey del vómito” por otros y<br />
autoproclamado “Sultán de la sordidez” por él mismo –sólo<br />
algunos de sus títulos de “bajeza”–, Waters asume aquí la forma<br />
de un drone que se dedica a explorar la actualidad posmoderna.<br />
Su Buen viaje describe un paisaje de tribus nativo-digitales<br />
entremezcladas con las viejas, las que nacieron en el albor de la<br />
disolución de las duras estructuras decimonónicas en los años<br />
sesenta del siglo pasado; y en el Bad Trip, entran a escena los<br />
monstruos individuales, esos granos desproporcionados que se<br />
generan entre las grietas del mundo, en ese vacío de sentido<br />
que oxigena al mismo tiempo que produce nuevas formas de<br />
vida extremas. Los nuevos extremos se encuentran hoy en la<br />
perversión de nuestras individualidades, parece decir el viejo<br />
Waters, el tío gay, queer o lo que sea..., en nuestra omnipotencia<br />
democrática creamos monstruos –el Estado, las marcas, las corporaciones–;<br />
que se debaten sobre un mar de hormigas enloquecidas,<br />
atizadas por drogas varias u obsesiones lunáticas.<br />
Waters incluye en sus páginas a todos, sobre todo a sus aliados,<br />
a aquellos a los que ubica en un árbol genealógico que lo contiene,<br />
desde David Lynch, Pedro Almodóvar, David Cronemberg<br />
y Gaspar Noé, hasta Isabel Sarli y Armando Bo, que aparecen<br />
entre sus fanatismos más lógicos y sorprendentes. Una genealogía<br />
con la que se da sentido a sí mismo, pero también a todos los<br />
outsiders del planeta con un poco de sensibilidad cinéfila.<br />
Finalmente el trip real se ejecuta en una clave más despojada,<br />
con el alma al desnudo. Su cuerpo de hombre mayor comienza<br />
a mostrar sus imperfecciones. El mundo real es siempre menos<br />
de lo imaginado, hasta que supera todo lo previsible, y es aquí,<br />
entre los asfaltos, los alambrados, los cartones, el concreto y<br />
las alfombras de colores indefinidos de los moteles ruteros en<br />
donde se delinea la verdadera cara del infierno: el aburrimiento.<br />
Pero este viaje triplicado sigue haciéndonos reír a pesar de<br />
todo, ya desde su inefable concepto hasta su mis en scene narrativa<br />
de situaciones pervertidas, encarnadas por un narrador<br />
que termina por revelarse como su propio objeto de estudio.<br />
Y con cada lugar común con los que no le parece importarle<br />
tropezar, produce una marca que funciona como una suerte de<br />
confirmación materialista. Es justamente en esa reafirmación<br />
ritmada en donde se puede entrever el dispositivo, aquí no hay<br />
misterio, no hay necesidad de misterio. La vida es lo que está<br />
detrás de cada puerta, aunque lo que asome del otro lado sea<br />
un deformado pene gigante. Y el dandy se transforma en un estoico.<br />
Un fanático de la razón. Alguien que irá hasta las últimas<br />
consecuencias por sostener el personaje, un verdadero actor...<br />
Eso es ser trash, y tal vez uno de sus puntos de divergencia con<br />
el punk, entender la vida como un proceso de descomposición,<br />
sí, pero también saber cómo llevarlo con elegancia.<br />
Carsick,<br />
de John Waters<br />
Caja Negra, 2014<br />
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