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Revista Quid 55

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claraba en la versión local de la revista francesa Los Inrockuptibles,<br />

con motivo de la edición de Mis modelos de conducta,<br />

en donde escribe sobre los seres que lo formaron como artista<br />

maldito: las musas anónimas como Lady Zorro o Bobby García,<br />

“el Buñuel de las Mamadas”, Leslie Van Houten, miembro del<br />

clan de las “chicas Manson”, entre Tennesse Williams, Denton<br />

Welch, o Little Richard y Cy Twombly: “Siempre escribí.<br />

Nunca hice una película que no me haya gustado y nunca la voy<br />

a hacer. Escribí todos mis libros y mis películas, hasta algunos<br />

trabajos artísticos que no tienen que ver con el cine, los shows<br />

de stand-up que hago… Escribir y planear siempre fue lo mío.<br />

Me veo a mí mismo como un contador de historias, no importa<br />

el formato. Y pese a que paso mucho tiempo reescribiendo, algunas<br />

cosas las corrijo hasta diez veces, pero aun así lo que busco<br />

es que se entienda que lo que estoy haciendo es contar una<br />

historia, hablándole directamente al público. Y nunca le tomo el<br />

pelo a la gente (...)”. Entre sus libros se encuentran Shock Value<br />

(1981), Crackpot: The Obsessions of John Waters (1987-2003),<br />

Art: A Sex Book (2003, coescrito con Bruce Hainley), Mis modelos<br />

de conducta (2010) y Carsick (2014), estos dos últimos<br />

editados en nuestro país por Caja Negra.<br />

Así es como hacia 2012, a sus sesenta y seis años, el director de<br />

Pink Flamingos, se pregunta qué puede hacer para la escritura<br />

de un nuevo libro y casi como para cobrar un adelanto de una<br />

editorial, propone la idea de hacer dedo desde su casa en Baltimore<br />

hasta su departamento en San Francisco, con el objetivo<br />

de escribir un libro con todo lo que le suceda en el trayecto. Con<br />

un estilo de escritura que remite al trazo trash-meticuloso de un<br />

Crumb caramelizado, sobre todo en la primera parte del libro,<br />

Waters nos invita a reír con este ejercicio-idea del demonio.<br />

El Waters de hoy ya no necesita nada, ni siquiera hacer más películas.<br />

Por lo que un viaje a dedo por las rutas de su país es lo<br />

más próximo que puede llegar para volver a sentir la adrenalina<br />

de una verdadera aventura. Por eso también es que se reclama<br />

un adorador de la juventud, porque es la promesa de algo nuevo,<br />

nada más. Así, los hypsters y la generación de raver-pañales<br />

que pulula hoy por todos lados con pijamas y pelos de colores<br />

son sus nuevas promesas de próximos paraísos. Un viejo verde<br />

inmaculado... Jugueteando con el porno-pop se deja llevar por<br />

los senderos del delirio aburguesado, por momentos casi coqueteando<br />

con una senilidad poética, en donde los viejos locos<br />

tiempos se mezclan con los nuevos, aún más locos. Un romance<br />

platónico intergeneracional que aspira a cierta trascendencia<br />

mítico-artística. Aunque no por eso menos patética.<br />

Bautizado “Pontífice del trash” nada menos que por William<br />

Burroughs, conocido como el “Rey del vómito” por otros y<br />

autoproclamado “Sultán de la sordidez” por él mismo –sólo<br />

algunos de sus títulos de “bajeza”–, Waters asume aquí la forma<br />

de un drone que se dedica a explorar la actualidad posmoderna.<br />

Su Buen viaje describe un paisaje de tribus nativo-digitales<br />

entremezcladas con las viejas, las que nacieron en el albor de la<br />

disolución de las duras estructuras decimonónicas en los años<br />

sesenta del siglo pasado; y en el Bad Trip, entran a escena los<br />

monstruos individuales, esos granos desproporcionados que se<br />

generan entre las grietas del mundo, en ese vacío de sentido<br />

que oxigena al mismo tiempo que produce nuevas formas de<br />

vida extremas. Los nuevos extremos se encuentran hoy en la<br />

perversión de nuestras individualidades, parece decir el viejo<br />

Waters, el tío gay, queer o lo que sea..., en nuestra omnipotencia<br />

democrática creamos monstruos –el Estado, las marcas, las corporaciones–;<br />

que se debaten sobre un mar de hormigas enloquecidas,<br />

atizadas por drogas varias u obsesiones lunáticas.<br />

Waters incluye en sus páginas a todos, sobre todo a sus aliados,<br />

a aquellos a los que ubica en un árbol genealógico que lo contiene,<br />

desde David Lynch, Pedro Almodóvar, David Cronemberg<br />

y Gaspar Noé, hasta Isabel Sarli y Armando Bo, que aparecen<br />

entre sus fanatismos más lógicos y sorprendentes. Una genealogía<br />

con la que se da sentido a sí mismo, pero también a todos los<br />

outsiders del planeta con un poco de sensibilidad cinéfila.<br />

Finalmente el trip real se ejecuta en una clave más despojada,<br />

con el alma al desnudo. Su cuerpo de hombre mayor comienza<br />

a mostrar sus imperfecciones. El mundo real es siempre menos<br />

de lo imaginado, hasta que supera todo lo previsible, y es aquí,<br />

entre los asfaltos, los alambrados, los cartones, el concreto y<br />

las alfombras de colores indefinidos de los moteles ruteros en<br />

donde se delinea la verdadera cara del infierno: el aburrimiento.<br />

Pero este viaje triplicado sigue haciéndonos reír a pesar de<br />

todo, ya desde su inefable concepto hasta su mis en scene narrativa<br />

de situaciones pervertidas, encarnadas por un narrador<br />

que termina por revelarse como su propio objeto de estudio.<br />

Y con cada lugar común con los que no le parece importarle<br />

tropezar, produce una marca que funciona como una suerte de<br />

confirmación materialista. Es justamente en esa reafirmación<br />

ritmada en donde se puede entrever el dispositivo, aquí no hay<br />

misterio, no hay necesidad de misterio. La vida es lo que está<br />

detrás de cada puerta, aunque lo que asome del otro lado sea<br />

un deformado pene gigante. Y el dandy se transforma en un estoico.<br />

Un fanático de la razón. Alguien que irá hasta las últimas<br />

consecuencias por sostener el personaje, un verdadero actor...<br />

Eso es ser trash, y tal vez uno de sus puntos de divergencia con<br />

el punk, entender la vida como un proceso de descomposición,<br />

sí, pero también saber cómo llevarlo con elegancia.<br />

Carsick,<br />

de John Waters<br />

Caja Negra, 2014<br />

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