Revista Quid 55

Cerati en primera persona,
de Maitena Aboitiz
decir: todos los meses trabajamos para
lanzar nuestras novedades, los mismos
pasos, el mismo procedimiento. Pero
nunca es igual. Detrás de cada libro hay
una historia entre personas: el autor, el
editor, los diseñadores, los correctores,
el editor externo, el imprentero.
Me gustaría decir que una vez puesto
en su mesa de exhibición, esa historia
termina, que es posible dar vuelta la página.
Pero no. Se renueva porque viene
el próximo servicio y sigue también la
relación con el autor de ese libro que ya
no es novedad.
Editar, entre otras cosas, es acumular
un enorme y valioso capital de relaciones
humanas. Los autores –y les encantará
leer esto– lo son todo. Ser todo no
es tarea fácil para nadie. Un terapeuta
amigo me dijo que este trabajo es como
el de un analista, porque con cada autor
hay que cambiar el chip y entrar en
otra historia personal. Desde entonces,
en más de una ocasión cerré la puerta
de mi oficina pensando que cerraba el
consultorio.
No importa cuántos tropiezos implique
el proceso de contratación, escritura,
edición, porque cuando llega el libro en
su caja se produce el deslumbramiento
de la nursery.
También es cierto que el encantamiento
del editor con un proyecto –mucho
antes de ser ese objeto físico llamado
libro– bien puede estrellarse con la
pregunta del departamento comercial:
¿y quiénes serían los lectores? Hay que
salir de la burbuja y entrar en el mundo
contante y sonante de la rentabilidad.
Primer momento de desidealización:
ese tesoro de la mesa de luz es una mercancía.
Si pensamos en el catálogo, si pensamos
en fondo, en long sellers, lo mejor
que puede pasarnos es encontrar un
autor para siempre (con el grado de
provisoriedad que tienen esas dos palabras
en este mundo). Un autor cuyo
potencial se intuya desde el comienzo y
pueda ir revelándose a lo largo de una
obra de más de un título. Punto de inflexión
y desafío para el editor: trabajar,
construir, ir afinando el lápiz, encontrar
el mejor perfil autoral, sacarle lustre,
hacerlo brillar, saber cuándo es posible
probar un desvío, hacerlo feliz para que
se quede. Mientras se buscan nuevos
autores, se desarrollan nuevos proyectos,
se mantiene el calor de la relación
con los ya publicados, se planea cómo
seguir.
Sin embargo, el mercado pide repentizaciones,
golpes de timón, velocidad.
Ediciones B busca un público amplio,
de interés general, y no puede desoír
–periodísticamente hablando– lo que
pasa. Ruidos, sonidos, crujidos, reverberaciones
de aquí y allá son focos de
atracción, hay que ir por ellos, la oportunidad
es única. Se alteran los tiempos
–que nunca son serenos– y se logra el
libro a contrapelo de relojes.
Somos editores de Daniel Goleman,
Bernardo Stamateas, John Katzenbach,
Rogelio García Lupo, Brian Weiss,
Osho, Chopra, Elizabeth Kübler-Ross,
Gabriela Margall, Robin Norwood,
Becca Fitzpatrick, Caroline Myss,
El estudiante,
de John Katzenbach
de no ficción y ficción que suelen llevarme
por caminos muy distintos y siempre
sorprendentes (lo que mi formación
y curiosidad periodísticas agradecen día
tras día).
Ediciones B tiene con Vergara, uno
de sus sellos, la tradición de la novela
romántica (que Javier Vergara Editor
instaló en la Argentina hace ya varias
décadas). Bajo esa tradición desde 2012
empezamos a armar el team local de
escritoras del género –fue con La Princesa
de las Pampas, de Gabriela Margall–
en todas sus vertientes: la romántica,
la histórica y la erótica.
Cuando vino John Katzenbach a la Feria
del Libro en 2013 –tendremos este
diciembre su nueva novela: El estudiante–,
le pregunté cómo era la relación
con su editor. Me dijo que su única condición
es que sea un editor old school:
una relación profunda, comprometida,
de respeto por el texto y de cuidado del
autor. Escuché una vez a una editora inglesa
definir el oficio: somos midwives,
dijo. Parteras. Sangre, sudor y lágrimas,
y con la palmadita a hacerse un lugar en
las librerías. Si nació un elegido, conocerá
las alturas del ranking
31
Historias de amores que matan,
de Patricia Faur
Mario Javier Vaena, Jorge Asís, Lisa
Kleypas y siguen las firmas.
Esto habla de un catálogo diverso, apasionante,
entretenido, con contenidos
La dama de los espejos,
de Gabriela Margall