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Música<br />
clásica<br />
Anton Bruckner<br />
Un bicho RARo<br />
Lo llamaban “borracho” y “compositor de sinfonías<br />
boa-constrictoras”. Su maestro lo veía como<br />
un bicho raro. Su obra nos habla de un genio<br />
anticipado a su tiempo<br />
Por Nadia Koval<br />
54<br />
El verdadero genio no tiene ascendencia terrenal. Solo un genealogista<br />
puede estar interesado en rastrear la ascendencia de<br />
una persona famosa, pero ¿en qué nos beneficia leer largas discusiones<br />
acerca de los antepasados de Anton Bruckner: si ellos<br />
eran originariamente de la Alta o Baja Austria, si habían sido<br />
campesinos por un tiempo largo o corto? Tal vez, el único hecho<br />
importante en el estudio sobre la personalidad de Bruckner<br />
podría ser que su abuelo había podido pasar de ser campesino a<br />
la posición de maestro de escuela. No se sabe si en la familia de<br />
Bruckner había habido alguien dedicado a la música, así que se<br />
puede suponer que el compositor no estaba en deuda con sus<br />
antepasados por su talento.<br />
Nacido en 1824, en la localidad de Ansfelden, Bruckner estudió<br />
en St. Florian, un pueblo ubicado alrededor de un antiguo<br />
monasterio austríaco, el cual no abandonó hasta una madura<br />
edad. Sus años de juventud los había ocupado con los estudios<br />
musicales. Dedicaba horas y horas al entrenamiento de tocar<br />
el órgano con el fin de convertirse en uno de los organistas<br />
más grandes del mundo. Recién a los 40 años Bruckner sintió<br />
la confianza suficiente para embarcarse en el proyecto sinfónico<br />
que sustentaría durante toda su vida. Al hacerlo, tuvo que<br />
enfrentarse a la ira y las bromas de los críticos y de sus colegas<br />
músicos que lo llamaban desde “borracho” hasta “compositor<br />
de sinfonías boa-constrictoras”. A pesar de esto, a diferencia de<br />
Beethoven, cuya comprensión de la sinfonía y el estilo personal<br />
cambiaron a lo largo de los años, Bruckner encontró muy pronto<br />
su visión artística única y después exploró, incluso con mayor<br />
sutileza, las implicaciones y posibilidades de su lenguaje.<br />
John Butt, profesor de música en la Universidad de Glasgow<br />
y un devoto de Bruckner, cuenta que el compositor era “un<br />
bicho raro”: tenía la manía de contar los ladrillos y las ventanas<br />
de los edificios y también el número de barras en sus partituras<br />
orquestales gigantescas, asegurándose de que sus proporciones<br />
fueran estadísticamente correctas. Pero había cosas más extrañas<br />
en su comportamiento. Por ejemplo, cuando su madre<br />
murió, Bruckner encargó una fotografía de ella en su lecho de<br />
muerte y la mantuvo en su habitación de enseñanza. No tenía<br />
retratos de su madre de cuando estaba viva, sólo miraba fijamente<br />
esa única fotografía como si en ella hubiese un “memento<br />
mori” inquietante. Bruckner parece no haberse involucrado<br />
nunca demasiado profundamente con una mujer. Las mujeres<br />
le fascinaban y continuamente les proponía matrimonio a jovencitas.<br />
En su diario llevaba una lista de todas las mujeres por<br />
las que alguna vez se había sentido atraído. Sus frustraciones