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Revista Quid 55

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del personaje de Thomas, un liberal americanófilo en<br />

la Alemania nazi, que se ve condenado incluso por su<br />

ideología. Esto es algo poco explorado hasta el momento…<br />

Thomas cree en los ideales de Occidente, no sólo<br />

en el capitalismo, sino también –y fundamentalmente– en el<br />

individualismo. Por eso el encuentro entre Thomas y la burocracia<br />

nazi es como una broma que nadie comprende. No<br />

es comunista, no es judío, no es gitano, es un alemán ario que<br />

cree en las posibilidades del sistema capitalista y eso los nazis<br />

no lo toleran. Mucha gente que ha leído el libro piensa que<br />

Thomas es un oportunista, pero creo que es una manera muy<br />

limitada de interpretarlo. Creo que es un tipo muy valiente,<br />

que se arriesga a todo para alcanzar su sueño. Pero, ¿cuál es<br />

el sueño? No está ligado a la sociedad, ni al Estado, ni a los<br />

nazis, sino a lograr plasmar su potencial y su talento como individuo,<br />

como Thomas Heiselberg.<br />

–En determinado momento, Thomas afirma: “Yo no<br />

tengo una concepción del mundo propia… Lo único<br />

que yo tengo es una concepción predeterminada del<br />

proyecto que tenga entre manos”. ¿Eso lo convierte<br />

casi en un sofista? Hay una cierta dimensión cómica en<br />

Thomas Heiselberg: la forma en que piensa el mundo tiene<br />

más que ver con lo profesional, su cosmovisión siempre está<br />

enfocada en una misión específica: vender algo. En un mundo<br />

como el nazi, donde todo pasa por la comunidad, Thomas<br />

parece ser alguien de otro planeta. No obstante ello, logra<br />

convertirse en un momento en parte esencial de la burocracia<br />

dado que necesitan de ese talento que le viene dado de una<br />

mentalidad opuesta a la que se impone.<br />

–Bueno, ese es otro aspecto inesperado del libro: tampoco<br />

es frecuente observar la preocupación nazi por<br />

su comunidad… ¿Cuál es el verdadero problema con las<br />

novelas que tematizan la Segunda Guerra Mundial y a los<br />

nazis? Que siempre acaban por demonizar a todos, a propios<br />

y extraños. Se aplican un montón de clichés: muerte, sadismo,<br />

perversión política. ¿Es así como se explica el éxito que tuvo<br />

el régimen nazi para penetrar en la conciencia del pueblo alemán?<br />

No olvidemos que el nazismo llega al poder a través de<br />

elecciones libres. Los protagonistas son dos jóvenes, con toda<br />

la fuerza de un mundo que se cae a pedazos, interactuando<br />

en este contexto. Mucha gente (y eso intento demostrar a través<br />

del personaje de Clarissa) creía realmente que trabajaba<br />

en beneficio de la gente. Las buenas personas está lejos de<br />

ser un panfleto nazi, y cualquier lector puede darse cuenta<br />

de ello, pero quería alejarme de los clichés habituales para<br />

mostrar una realidad que era infinitamente más compleja que<br />

la que se nos pinta en blanco y negro. Para eso, debía concentrarme<br />

en la economía emotiva que aplicaba el Tercer Reich<br />

para con la gente común.<br />

–Tanto Thomas, bajo el régimen nazi, como Sasha, la<br />

otra protagonista, bajo el estalinsimo, se plantea la<br />

dificultad y contradicciones de la supervivencia bajo<br />

situaciones de gran presión. Creo que el tema de la supervivencia,<br />

al menos en mi novela, es una cuestión que por<br />

momentos oculta otros motivos vinculados a la necesidad de<br />

reconocimiento, la movilidad social, alcanzar los objetivos,<br />

en suma, tratar de investigar los límites del propio talento.<br />

Esto es muy importante: no son simplemente personas que<br />

tratan de sobrevivir y para ello pactan con el régimen, porque<br />

entienden que de esta manera ellos obtendrán más beneficios<br />

del poder que el poder de ellos. El cliché nos habla siempre<br />

cómo el poder utiliza a la gente, lo cual es cierto. Pero creo<br />

que este planteo donde el individuo utiliza (o al menos cree<br />

hacerlo) al régimen, es mucho más rico y complejo que consabido<br />

cliché. Entre otras cosas, es una forma interesante de<br />

poder entender y comprobar por qué tanta gente ha colaborado<br />

con fuerzas que estaban en las antípodas de sus convicciones.<br />

–Lo que nos remite al caso de Eichmann y el libro de<br />

Hanna Arendt, La banalidad del mal… Sí, me lo mencionan<br />

con frecuencia, pero creo que justamente intento expresar<br />

en la novela lo contrario de lo que marcó Arendt. No me<br />

interesaba describir ni analizar el mal. Lo que procuré fue<br />

plantear un debate a partir de seres humanos comunes y corrientes<br />

que reaccionan de acuerdo a sus posibilidades frente<br />

a regímenes totalitarios. Intenté reflejar en la novela ese territorio<br />

gris donde no hay buenos ni malos, ni conclusiones o<br />

respuestas: sólo hay interrogantes. Thomas no es más que una<br />

acumulación de máscaras, se quita una y le sucede otra. ¿Es<br />

así como se describe al mal? No lo creo, más bien representa<br />

una personalidad flexible. El problema es que estas personalidades<br />

flexibles pueden ser responsables de muchas muertes<br />

sin haber visto una gota de sangre en su vida.<br />

–¿Las máscaras se aplican también sobre los sistemas?<br />

Por supuesto. El libro plantea una sospecha sobre toda ideología,<br />

sobre cada hombre que expresa una ideología, y cualquier<br />

generalización que se defina a través de la ideología. El<br />

narrador siempre considera que hay otro motivo. En todos<br />

los genocidios de la historia hay grupos de individuos que<br />

tienen las manos y la conciencia bañadas en sangre y otros<br />

que permanecen pasivos en lugares diferentes. Posiblemente<br />

todos cargan con su culpa a cuestas, pero a mí no me interesa<br />

definirlos moralmente, sino tratar de comprenderlos desde<br />

adentro.<br />

–Llegados a este punto, es casi una obligación interrogarlo<br />

acerca de su visión sobre la situación en el Estado<br />

de Israel… Bueno, yo soy muy crítico respecto al accionar<br />

de Israel en el contexto del diferendo palestino. He escrito y<br />

hablado mucho sobre la mentalidad predominante en Israel.<br />

Vivo en Israel y participo de su sociedad, lo cual muchas<br />

veces conduce a una gran frustración política: no puedo dejar<br />

de sentir que estoy en permanente oposición a todo lo<br />

que haga el Estado. No obstante, creo que debemos pensar<br />

en términos positivos. El mayor problema que veo en la iz-

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