Revista Quid 55

Tema de tapa
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Desde hace algunos años y gracias a la vasta difusión, la “pastelería americana” ha ganado muchas posiciones
en las mesas dulces del mundo. Tan divertido como excesivo, el fenómeno tienta a chicos y grandes, para
quienes también abre una buena oportunidad de negocios
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Por Marina García
Dicen las malas lenguas, que tiempo
antes de la Revolución Francesa, Marie-Antoinette
habría sido informada
de que el pueblo no tenía pan para
comer, a lo que ella respondió “Qu’ils
mangent de la brioche”, es decir: “¡Que
coman pasteles!”. Actualmente los
historiadores niegan que esa expresión
tan poco feliz fuera de su autoría, pero
dado que la joven reina era una amante
de los excesos (especialmente de lujos y
juegos) poco costaba creerlo y usarlo en
su contra. En la muy original película
de Sofía Coppola (2006), “la austríaca”
es retratada como una fanática de los
dulces y todo el film tiene una estética
cupcake que poco tardaron en explotar
los especialistas en ambientación y fiestas
de nuestra época.
La pastelería moderna tiene un origen
incierto, pero es de esperar que los
franceses y los italianos –luego de la
maravillosa incorporación de la caña de
azúcar y el cacao–, fueran quienes tomaron
el podio para impresionar a reyes
y princesas con las excelsas preparaciones
de dulces y pastelería. Tradicionalmente
el puesto de pastelero requería
una formación aún más rigurosa que
para el cocinero y esto se refleja en
casos como el prestigioso chef pâtissier
santafecino, Osvaldo Gros, cuya formación
como ingeniero geoquímico se
denota en la perfección y el detalle de
cada trabajo.
En los últimos años, la tendencia dulce