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EL PODER PUNITIVO DEL ESTADO 159<br />
públicas a los lugares de trabajo y hogares de los cuales fueron expulsados.<br />
Y, por supuesto, de la misma manera, se encuentran fuera de la vista<br />
y fuera de juicio. Volviendo a los treintas, esto fue llevado a cabo utilizando<br />
categorías similares como "enfermo" y necesitado de tratamiento. Fue<br />
construida una prisión especial, en donde las personas detenidas por<br />
estar alcoholizadas en la vía pública eran almacenadas por largos períodos,<br />
bajo el pretexto de someterlos a tratamiento por problemas de<br />
alcoholismo. Tanto en Finlandia como en Suecia existían medidas similares.<br />
En los sesentas y setentas todo esto fue abolido. Hoy día, los recién<br />
llegados entre los indeseables son nuevamente vistos como enfermos, o<br />
al menos, como carentes de poder de voluntad debida a su supuesta<br />
irresistible demanda de drogas. Y ahora, esas categorías son aun más<br />
apropiadas para la acción penal. En los treintas, su enfermdad era vista<br />
como relacionada al alcohol, después de todo una sustancia legal y<br />
utilizada por la mayoría. Sólo el abuso podía ser penado, no el uso. Hoy<br />
en día, algunas de esas sustancias intoxicantes son, adicionalmente,<br />
ilegales (aun cuando la principal droga sigue siendo el alcohol). La<br />
ilegalidad crea una clara y cortante diferencia entre "ellos" y "nosotros".<br />
<strong>El</strong> terreno para el incremento <strong>del</strong> uso de medidas coercitivas contra los<br />
consumidores de drogas, ha sido preparado por algunos otros desarrollos:<br />
Las brechas entre clases, aun en los estados benefactores gobernados<br />
por los <strong>social</strong>-demócratas, se están ensanchando claramente. <strong>El</strong> número<br />
de personas extremadamente ricas está subiendo, mientras que los<br />
standards de vida de la población en general, se están deslizando hacia<br />
abajo. Esto crea la necesidad de mantener distancia <strong>del</strong> fondo. En los<br />
treintas, aquellos que estaban en el fondo, representaban también el fondo<br />
de la clase obrera. En la actualidad, ellos están, en algún sentido, por<br />
debajo de la escala ordinaria, y parece razonable cambiar la terminología,<br />
de clases a castas. Las cifras de HIV y SIDA se encuentran sobrerepresentadas<br />
entre los consumidores de drogas pesadas. Esto es bien<br />
sabido y crea tanto disgusto como ansiedad. En efecto, esta gente se<br />
encuentra gravitando hacia un status de intocables. En el debate público<br />
se ha sugerido que todos los portadores de HIV deberían portar un tatuaje<br />
en su cuerpo, diciendo la verdad. En los viejos tiempos, se les colgaban<br />
campanas a los leprosos para advertir que estaban llegando. En el ámbito<br />
<strong>del</strong> <strong>control</strong> <strong>social</strong>, nuevas invenciones radicales son rara vez introducidas.<br />
Pero, no es <strong>del</strong> todo veraz decir que estos intocables han cambiado de<br />
una estructura de clases a una de castas. La situación es peor. En las<br />
sociedades tradicionales de castas, los miembros de las castas más