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160 CRIMINOLOGÍA CRÍTICA Y CONTROL SOCIAL<br />
inferiores se enfrentan a formas extremas de discriminación. Son forzados<br />
a mantener distancia de las castas más privilegiadas, pero hay límites<br />
a las desventajas. Los miembros de las castas inferiores son útiles al resto<br />
<strong>del</strong> sistema llevando a cabo trabajos necesarios -pero extremadamente<br />
mal considerados-. A través de de sus actividades, hacen posible que las<br />
castas puras permanezcan puras. En esta situación subyace una cierta<br />
protección. Muchos de los consumidores de drogas se encuentran debajo<br />
de tal tipo de utilidad y, por ende, también sin la protección de ser<br />
necesitados. Su utilidad primaria es tanto ejemplo de condiciones no<br />
deseadas, como materia prima para la industria <strong>del</strong> <strong>control</strong>. Son convertidos<br />
de consumidores de drogas en consumidores de <strong>control</strong>. Estando<br />
<strong>social</strong>mente distantes y causando asco y miedo, están en una posición<br />
altamente vulnerable.<br />
La guerra contra las drogas, en la práctica, ha preparado el camino para<br />
una guerra contra las personas percibidas como las menos útiles y<br />
potencialmente más peligrosas partes de la población, aquellos que como<br />
los ha llamado Spitzer (1977) son la basura <strong>social</strong>. Esta gente ilustra que<br />
no todo es como debiera habersido en la fábrica <strong>social</strong>y, al mismo tiempo,<br />
son una fuente potencial de disturbios. Según la terminología de Spitzer,<br />
ellos devienen basura y dinamita al mismo tiempo.<br />
A través de la guerra contra las drogas, un movimiento de pinzas los<br />
rodea. Por muchas de sus actividades son vistos como serios <strong>del</strong>incuentes.<br />
Son llamados "tiburones de la droga" y son encarcelados por períodos<br />
excepcionalmente largos si es que importan o venden más de mínimas<br />
cantidades de drogas. En la realidad, muchos de los así penados son, ellos<br />
mismos, consumidores situados a una distancia considerable de la cima<br />
de la sociedad (Bodal, 1982; Bodal y Fridhov, 1993). Algunos de ellos son<br />
"muías" que vienen de países extranjeros, por supuesto aún menos<br />
protegidos contra las severas medidas penales. Los traficantes a gran<br />
escala pertenecientes a las clases medias y altas existen, aun en las<br />
prisiones, pero como raras excepciones. Ocupando el otro lugar de este<br />
movimiento de pinzas, vemos a las iniciativas para establecer curas<br />
coercitivas. En esta conexión, en gran parte, la misma gente es vista ahora<br />
más aun como miserables inadaptados. De los dos lados <strong>del</strong> movimiento<br />
de pinzas, han sido atrapados firmemente.<br />
Quizás no sean las drogas sino la guerra contra ellas lo que representa<br />
el mayor daño en lo referente a las drogas de nuestra situación <strong>social</strong><br />
presente. Algunas de las drogas legales así como de las ilegales representan<br />
obvios y severos peligros para algunos individuos, pero la guerra<br />
contra las drogas representa un grave peligro para nuestro sistema<br />
político en su totalidad.