10 ¿QUÉ FUE DEL MIEDO? Por Ricardo Sánchez Mejorada
Miedo… en que vulgar y corriente palabra se ha convertido una de las más grandes motivaciones que ha tenido la humanidad, no importa la época, no importa el contexto social o cultural, tampoco interesa el sexo o la anatomía; el miedo era ese sentimiento capaz de hacer arder pueblos, ciudades o países enteros por su mera presencia. Y aquí estamos, sumidos en un interminable bucle de vergonzoso desprestigio. Aun así, la literatura siempre había velado gratamente mi existencia, propagándola con la eterna eficacia atada a los símbolos que me describían. Y en algún punto, un desconocido escritor fue capaz de identificar cual era el origen de tan aberrante sensación, solo él fue capaz de, en su momento, permitirse ver un poco más allá de su nariz, la propuesta recibió críticas de todo tipo, ciegos ante la gran verdad que se había revelado ante su primitiva conciencia, la frase decía: «El hombre solo le teme a dos cosas: a lo que desconoce y a lo que no puede controlar.» ¡Brillantes palabras! Cuanta verdad contenida en un sencillo párrafo, después de tal revelación se pudieron demostrar con facilidad dos teorías. <strong>La</strong> primera: Los seres humanos son capaces de ignorar la verdad, aun teniéndola delante. Y segundo: aún antes de tener la receta para imponer la voluntad de quien fuera mi aliado, rápidamente se me encontraron un uso, me volví un arma… y una más común de lo que fueron capaces de ver en su momento. Era un arma que se utilizaba con poca eficiencia, de forma burda y con poco alcance, digna de los pequeños que les gastan bromas a sus padres cuando estos volvían de sus caserías, o en todo caso, de aquellos que eran capaces de propiciar temor dentro de los corazones de una aldea más débil que la suya. Luego los tiempos cambiaron, y también cambió el uso esta herramienta, volviéndome más preciso y refinado, todo esto se retomó como si se tratara de un puñal escondido en una cena de gala, en algún reino rico, y deseado gracias a su misma riqueza, no fue sino el miedo la herramienta que se utilizó para que aquella cena terminara con un nuevo rey portando la corona, y la cabeza de un antiguo gobernante incrustada en una horquilla. El nuevo rey ahora debía de cuidar su cuello de gente como el, disfrutando todo lo que pudiera antes de que la edad o las condiciones lo llevaran al mismo sendero de su predecesor. Sin saber así, que se había vuelto víctima de su propia arma, cayó ante ella como el soldado que se tropieza con su propia espada. Aún con esta irónica caída, y para consuelo de los pobres, se puede decir que murió con la corona aún en su cabeza. Y llegamos al momento de presentar a una compañera de un incalculable valor dentro de mi esparcimiento a través de los corazones de la humanidad, tan necesaria para mí como lo es el agua a un pez, la tantas veces adorada y solicitada Muerte, aquella que es tan bien recibida por muchos, y tan eludida por otros, cada uno decidiendo cómo prefería acompañarla, ya que la violencia y la tranquilidad eran herramientas que maneja a la perfección. Sin ella, el más grande miedo existente no se podría catalizar; pues, aunque como individuos se puede tener un más que amplio abanico de temores, y ni qué decir de una sociedad, de uno solo de ellos no hay retorno, arreglo o tratamiento. Y como un desierto dispuesto a tomar cada gota de esencia, mi querida compañera y yo nos vimos prostituidos 11
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