La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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Con Solana nunca nos peleamos.<br />
Desde que somos chicas compartimos<br />
todos los juguetes, todas las<br />
muñecas, todos los vestidos. ¿Cómo no<br />
hacerlo, cuando de hecho hemos compartido<br />
el vientre de nuestra madre?<br />
Yo soy las más rubia de las dos, me<br />
llamo Julia y aunque nunca fui tan expresiva<br />
como Solana, también lo supe<br />
desde muy pequeña. Me refiero a nuestro<br />
destino. Porque Solana siempre lo<br />
utilizó como herramienta: Cuando éramos<br />
chiquitas, para fascinar a todos los<br />
familiares y ser el centro de atención.<br />
En la escuela, para ser la preferida de<br />
las maestras. Y ya en la adolescencia,<br />
para coquetear con los chicos. A todos<br />
les decía que ella creía en la existencia<br />
de un destino prefijado por el simple<br />
motivo de que ella conocía el suyo.<br />
Creo que por eso, siempre fue la más<br />
caprichosa de las dos. El primer recuerdo<br />
es el día que fuimos a la kermesse<br />
del pueblo y había una señora con un<br />
canasto de mimbre regalando cachorros.<br />
Por más que insistió, pataleó, lloró<br />
y se tiró repetidas veces al suelo como<br />
señal de protesta, papá estaba muy firme<br />
en su decisión de no comprarnos<br />
un perro. Ese día volvió todo el viaje<br />
en el auto con la misma cara de enojo<br />
de nena caprichosa. Ella repetía y repetía<br />
que no era justo que no nos dieran<br />
todos los gustos desde chiquitas, que<br />
años más tarde cuando fuéramos grandes<br />
se iban a arrepentir.<br />
En la escuela primaria yo muchas veces<br />
lloraba durante días enteros, pero<br />
Solana siempre estaba de buen humor<br />
para consolarme. A pesar de haber ido<br />
a muchos psicólogos y especialistas,<br />
ninguno pudo darme la tranquilidad<br />
que me daba verla a Solana sonreírme<br />
y decirme que no me preocupara, que<br />
todo iba a estar bien. Si bien éramos<br />
mellizas, siempre fue como una hermana<br />
mayor para mí.<br />
Hace ya tres años, cuando comenzamos<br />
la escuela secundaria, nos separaron<br />
de curso. Al principio pensé que iba a<br />
ser mucho más difícil no tenerla a mi lado<br />
todas las mañanas, pero con el paso de<br />
los meses cada cual fue teniendo amigas<br />
distintas. Incluso el año pasado, durante<br />
el tercer año, cada una consiguió novio.<br />
Solana empezó a salir con Germán<br />
apenas una semana después de que yo<br />
contara en la mesa, bordó de vergüenza,<br />
que me había dado un beso Damián. Por<br />
supuesto que Germán era un deportista<br />
carismático, popular en la escuela y estudiante<br />
de teatro y Damián era un poco<br />
gordito, excelente compañero y estudiante.<br />
Cada una sin dudas buscó una persona<br />
acorde a su particular forma de ser.<br />
Cuando se acercaba este verano y<br />
nos comentaron los planes de vacacionar<br />
en familia en la casa de Costa del<br />
Este, las dos nos pusimos muy tristes y<br />
les dijimos a mamá y papá que no queríamos<br />
ir. Estábamos en lo mejor de<br />
nuestras vidas, nos iba muy bien en la<br />
escuela y las dos nos llevábamos muy<br />
bien con nuestros novios. En nuestros<br />
ratos libres ayudábamos con la planificación<br />
del viaje de egresados del año<br />
siguiente y, si bien desde hace mucho<br />
tiempo sabíamos cómo iban a ser las<br />
cosas, nos permitíamos nuestros pequeños<br />
berrinches y actos de rebeldía.<br />
Los últimos días previos al viaje los<br />
pasamos mayormente en silencio. Damián<br />
y Germán, que nunca coincidían<br />
en nada, se pusieron de acuerdo en<br />
decir que ambas estábamos muy raras.<br />
Solana y yo, que siempre estábamos de<br />
acuerdo en todo, les dijimos que el problema<br />
era que no los queríamos más.<br />
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