01.02.2019 Views

La Sirena Varada: Año II, Número 14

El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Se miraron sorprendidos en medio<br />

de la multitud.<br />

Eran idénticos en todos los aspectos,<br />

como gotas de agua, limpios, sucios,<br />

rugosos, ideales, irregulares, más que<br />

gemelos, como espejos, eran sus propios<br />

reflejos. <strong>La</strong> gente a su alrededor los<br />

miró, señalándolos; ellos callaron, se<br />

palparon con la mirada. Jesús, con su<br />

manto manchado de polvo y sus pies<br />

descalzos de tanto caminar, preguntó<br />

«¿Quién eres?», y Jesús, con su túnica<br />

ligeramente pálida y sucia, respondió,<br />

«Soy Jesús». «¡Jesucristo, el mesías!»,<br />

gritó un apóstol en medio de la turba y<br />

los demás vitorearon contentos. «¿Jesús?»,<br />

preguntó Jesús, y Jesús asintió<br />

con un ligero movimiento de cabeza.<br />

Por allá, un soldado romano gritó, por<br />

acá otro respondió y un burro rebuznó<br />

a lo lejos. El sol ardía en medio del mundo<br />

y el viento soplaba, tibio y seco a lo<br />

largo del cielo raso. «No», dijo Jesús, «yo<br />

soy Jesús», y Jesús, con los ojos abiertos<br />

como platos, respondió, «Yo soy Jesús,<br />

hijo de Dios». A su alrededor todos<br />

callaron, preguntándose si acaso aquel<br />

encuentro era un milagro; uno más de<br />

Jesús, el Salvador, el Mesías.<br />

Mientras tanto, en las afueras del<br />

pueblo, entre las rocas, sobre una<br />

loma, junto a cavernas en cuyas sucias<br />

entrañas leprosos dormitaban, sudando<br />

enfermedad y pecado, el Científico,<br />

con sus prismáticos digitales, bailoteó<br />

de felicidad y dijo, apretando el botón<br />

de su grabadora de sonido de cinco canales<br />

de resolución, cuidando que nadie<br />

lo viera: «<strong>La</strong> clonación fue un éxito,<br />

espécimen 0003, ha hecho contacto». Y<br />

en los audífonos en sus orejas, como<br />

chinches de metal brillando al sol, una<br />

voz contestó ronca: «Muy bien, ahora<br />

regresa». El científico guardó sus extraños<br />

objetos futurísticos en una capsula<br />

que luego se encogió y guardo en su<br />

bolsillo y apretó una válvula en su reloj<br />

encarnado en su antebrazo izquierdo,<br />

y en ese instante un agujero se abrió,<br />

cual portal, en medio de la nada y entró<br />

en él. Acto seguido, desapareció<br />

para siempre de esta historia dejando<br />

tras de sí una estela de polvo y la curiosidad<br />

despierta de un pequeño pastor,<br />

(cuya descendencia inventaría siglos<br />

después la primera máquina del tiempo),<br />

que, recostado entre hierba seca,<br />

lo vio desaparecer como un espejismo<br />

mientras arreaba sus ovejas.<br />

Jesús, entre tanto, discutía con Jesús<br />

por saber quién era Jesús, el Mesías.<br />

<strong>La</strong> gente se conglomeró gritando y<br />

llorando y sonriendo, alimentados por<br />

el morbo de la situación de aquel encuentro<br />

imposible de dos idénticos, y<br />

más pronto que tarde, soldados romanos<br />

con sus espadas en mano y látigos<br />

en enrollados en sus cinturas, los arrestaron<br />

a ambos. A Jesús y a Jesús. Doble<br />

crimen, confesaría uno de ellos tiempo<br />

después a Poncio Pilato, por asegurar<br />

ser hijos de Dios. Condenados, azotados<br />

y torturados, cada quien cargó una<br />

cruz a cuestas hasta la cima del monte<br />

Calvario, en donde, junto a dos ladrones,<br />

fueron insultados y crucificados<br />

hasta morir. Los cuerpos fueron enterrados,<br />

llorados y alabados, al tiempo<br />

que los leprosos eran curados y los<br />

pecados lavados del mundo; tres largos<br />

días pasaron, y cuando la sombra<br />

del perverso luto se abalanzaba como<br />

nube o como tormenta de arena, densa,<br />

inmensa sobre la faz, los apóstoles,<br />

los once que quedaban, descubrieron<br />

a Jesús, quien resucitó de la muerte,<br />

fuera de la tumba en donde encerraron<br />

su cadáver. Tenía una extraña mancha<br />

67

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!