La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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—Hay un fantasma en la casa —me reveló<br />
la mujer, seria y sin titubear.<br />
—¿Cómo que hay un fantasma? —pregunté,<br />
haciéndome el desentendido,<br />
queriendo creer que todo lo dicho por<br />
ella había sido una broma de mal gusto.<br />
—Es como te dije —replicó, taciturna—.<br />
Los registros me lo dicen. En tu<br />
casa hay un alma en pena que no ha logrado<br />
ascender al siguiente plano. Está<br />
«estancada» —me expuso, sin cambiar<br />
el tono de su voz—. <strong>La</strong> presencia que tu<br />
hermana ve, esa que, en sus palabras,<br />
se manifiesta como una sombra en una<br />
esquina de su cuarto, no es producto<br />
de una parálisis de sueño— explicó,<br />
con una tranquilidad que aterraba—. O<br />
por lo menos eso es lo que pude leer en<br />
sus registros.<br />
Pese a encontrarme en el patio trasero<br />
de mi propia casa, en un día soleado,<br />
sentí como un escalofrío repentino recorrió<br />
todo mi cuerpo, de pies a cabeza. En<br />
ese instante, la sola idea de enfocar mis<br />
ojos en el único ventanal que manifestaba<br />
la pieza de Verónica, habitación que<br />
se hallaba en el primer piso de nuestro<br />
hogar, iba a significar un cruce de miradas<br />
con aquello a lo que tanto temía.<br />
—¿Hay algo que puedas decirme<br />
acerca del espectro? —quise saber, luego<br />
de tragar saliva y reunir algo de coraje<br />
necesario.<br />
<strong>La</strong> dama que se encontraba del otro<br />
lado de la línea me era desconocida. No<br />
sabía cómo era su aspecto ni su nombre.<br />
Si había dado con ella, se debió gracias<br />
a una amiga, la cual, luego de contarle<br />
los tormentos que había estado viviendo<br />
en estos últimos tiempos, me dio el<br />
número de esta supuesta «médium». Lo<br />
que más me había llamado la atención<br />
era que mi conocida daba mucho crédito<br />
al trabajo que la mujer hacía.<br />
—Te puedo decir que el hombre, porque<br />
es un varón, murió en los tiempos en que<br />
tu casa no era tal cosa, sino más bien un<br />
galpón —comenzó a contarme—. El sujeto<br />
fue asesinado —reveló, calmada—. Su<br />
muerte estuvo colmada de mucha angustia,<br />
dolor, miedo y tristeza.<br />
<strong>La</strong> señora efectuó una pausa para<br />
inhalar un poco de aire… supongo que<br />
también lo hizo para que yo pudiera ir<br />
asimilando de a poco todo lo que me<br />
estaba diciendo.<br />
—Él ha estado esperando por muchos<br />
años para dar con alguien como tu hermana.<br />
Ella tiene un don especial; un tipo<br />
de sensibilidad que le permite conectarse<br />
con cosas del otro mundo. Es por eso<br />
que trata de comunicarse con ella, y no<br />
con los demás integrantes de la familia.<br />
—¿Qué puedo hacer para que ascienda?<br />
—pregunté, decidido a hacer hasta<br />
lo imposible con tal de que Verónica dejara<br />
de tener tales horribles experiencias.<br />
—Sólo reza —respondió, tajante—. Pídele<br />
a Dios que le permita el paso. Implora<br />
para que él pueda alcanzar la paz eterna.<br />
—¿Y si no funciona? —quise saber, con<br />
algo de temor correspondido.<br />
—En tal caso, llámame —contestó,<br />
para así efectuar una segunda y última<br />
pausa—. Aunque, con toda sinceridad,<br />
desearía que eso nunca pasara.<br />
Los días transcurrieron y, con ellos,<br />
las plegarias.<br />
Para nuestra desgracia, la situación<br />
había empeorado, con resultados aterradores:<br />
ahora la presencia no se limitaba<br />
a aparecérsele a mi hermana. No,<br />
ahora yo también lo veía, en las esquinas<br />
oscuras donde la luz no llegaba, o<br />
por detrás de algún mueble o puerta.<br />
Por si fuera poco, había veces donde<br />
ambos despertábamos con rasguños<br />
o mordidas, o éramos victimas de ho-<br />
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