La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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de mi boca y siento mis colmillos más<br />
grandes y afilados. Suena irónico que la<br />
oscuridad más malévola aclare mis ojos.<br />
…mea culpa… Me vuelvo uno con las<br />
sombras, me entrego de lleno a mis deseos<br />
más terribles. Sé quién soy, sé qué<br />
ha ocurrido aquí…mea culpa… ¡Mea<br />
máxima culpa! ¡Despierta el vestiglo<br />
que duerme en mí!<br />
Y entonces: silencio. Los coros han<br />
callado, la flagelación ha terminado.<br />
Mi sed de muerte pide a gritos ser saciada.<br />
Mi deseo de salir y conquistar la<br />
noche arrebatando el aliento de las almas<br />
de quienes yacen aquí es insoportable,<br />
y yo no pensaré dos veces en hacer<br />
caso a las voces de mis apetitos. Antes de<br />
salir de la habitación, encuentro el cilicio<br />
ensangrentado a mis pies. Lo tomo entre<br />
mis largos y decrépitos dedos. Mi anormal<br />
olfato me ayuda a darme cuenta de<br />
algo: esta no es mi sangre. Mi sangre huele<br />
a agrio vinagre, a podredumbre, esto<br />
huele a pureza, a inocencia, a la monja<br />
que asesiné hace seis noches, al monje<br />
que asesiné anoche. Guardo el cilicio<br />
conmigo para ponérmelo en cuanto mi<br />
festín de la noche acabe ¿quién podría<br />
imaginar que la sangre en él no es la mía?<br />
Salgo de la habitación adoptando la<br />
penumbra en mi piel. Me escondo en<br />
el silencio de los pasillos y espero con<br />
ansias. Por fin, una silueta se dibuja<br />
desde el otro lado del corredor y mi<br />
verdadero yo se prepara para volver a<br />
retar a Dios en su propia casa.<br />
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