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La Sirena Varada: Año II, Número 14

El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

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Miedo… en que vulgar y corriente<br />

palabra se ha convertido una de<br />

las más grandes motivaciones<br />

que ha tenido la humanidad, no importa<br />

la época, no importa el contexto social<br />

o cultural, tampoco interesa el sexo<br />

o la anatomía; el miedo era ese sentimiento<br />

capaz de hacer arder pueblos,<br />

ciudades o países enteros por su mera<br />

presencia. Y aquí estamos, sumidos en<br />

un interminable bucle de vergonzoso<br />

desprestigio. Aun así, la literatura<br />

siempre había velado gratamente mi<br />

existencia, propagándola con la eterna<br />

eficacia atada a los símbolos que me<br />

describían. Y en algún punto, un desconocido<br />

escritor fue capaz de identificar<br />

cual era el origen de tan aberrante sensación,<br />

solo él fue capaz de, en su momento,<br />

permitirse ver un poco más allá<br />

de su nariz, la propuesta recibió críticas<br />

de todo tipo, ciegos ante la gran verdad<br />

que se había revelado ante su primitiva<br />

conciencia, la frase decía: «El hombre<br />

solo le teme a dos cosas: a lo que desconoce<br />

y a lo que no puede controlar.»<br />

¡Brillantes palabras! Cuanta verdad<br />

contenida en un sencillo párrafo, después<br />

de tal revelación se pudieron demostrar<br />

con facilidad dos teorías. <strong>La</strong><br />

primera: Los seres humanos son capaces<br />

de ignorar la verdad, aun teniéndola<br />

delante. Y segundo: aún antes de tener<br />

la receta para imponer la voluntad<br />

de quien fuera mi aliado, rápidamente<br />

se me encontraron un uso, me volví un<br />

arma… y una más común de lo que<br />

fueron capaces de ver en su momento.<br />

Era un arma que se utilizaba con poca<br />

eficiencia, de forma burda y con poco<br />

alcance, digna de los pequeños que les<br />

gastan bromas a sus padres cuando<br />

estos volvían de sus caserías, o en todo<br />

caso, de aquellos que eran capaces de<br />

propiciar temor dentro de los corazones<br />

de una aldea más débil que la suya.<br />

Luego los tiempos cambiaron, y también<br />

cambió el uso esta herramienta, volviéndome<br />

más preciso y refinado, todo<br />

esto se retomó como si se tratara de un<br />

puñal escondido en una cena de gala,<br />

en algún reino rico, y deseado gracias a<br />

su misma riqueza, no fue sino el miedo<br />

la herramienta que se utilizó para que<br />

aquella cena terminara con un nuevo rey<br />

portando la corona, y la cabeza de un antiguo<br />

gobernante incrustada en una horquilla.<br />

El nuevo rey ahora debía de cuidar<br />

su cuello de gente como el, disfrutando<br />

todo lo que pudiera antes de que la edad<br />

o las condiciones lo llevaran al mismo<br />

sendero de su predecesor. Sin saber así,<br />

que se había vuelto víctima de su propia<br />

arma, cayó ante ella como el soldado<br />

que se tropieza con su propia espada.<br />

Aún con esta irónica caída, y para consuelo<br />

de los pobres, se puede decir que<br />

murió con la corona aún en su cabeza.<br />

Y llegamos al momento de presentar a<br />

una compañera de un incalculable valor<br />

dentro de mi esparcimiento a través de<br />

los corazones de la humanidad, tan necesaria<br />

para mí como lo es el agua a un<br />

pez, la tantas veces adorada y solicitada<br />

Muerte, aquella que es tan bien recibida<br />

por muchos, y tan eludida por otros, cada<br />

uno decidiendo cómo prefería acompañarla,<br />

ya que la violencia y la tranquilidad<br />

eran herramientas que maneja a la<br />

perfección. Sin ella, el más grande miedo<br />

existente no se podría catalizar; pues,<br />

aunque como individuos se puede tener<br />

un más que amplio abanico de temores,<br />

y ni qué decir de una sociedad, de uno<br />

solo de ellos no hay retorno, arreglo o tratamiento.<br />

Y como un desierto dispuesto<br />

a tomar cada gota de esencia, mi querida<br />

compañera y yo nos vimos prostituidos<br />

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