La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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¿No tendrá algo más que hacer?, pensó.<br />
¿En qué momento trabajará? ¿Su<br />
esposa llevará las cuentas en la casa?<br />
Le pareció haber visto a la esposa del<br />
vecino sólo un par de veces desde que llegaron<br />
ahí; una mujer alta, de tez blanca y<br />
cabellos negros, con muy bonitas curvas,<br />
inconfundibles al andar. Llevó a la cochera<br />
lo necesario para lavar el auto…<br />
—¡Vecino! ¡vecino! ¡Buenas!<br />
—¡Buenas tardes! —Mario volvió la vista<br />
de soslayo, mientras contestaba al saludo.<br />
—Soy Carlos, vivo a unas cuatro casas<br />
de la suya, en la acera de enfrente —sudaba<br />
bastante en ese momento, caminar<br />
era toda una odisea para ese cuerpo<br />
regordete. No parecía que caminara<br />
de forma constante.<br />
—Mario, mucho gusto —y extendió la<br />
palma de su mano para recibir el saludo<br />
sudoroso.<br />
—¡Bienvenidos! No había tenido oportunidad<br />
de saludarle personalmente.<br />
—No se preocupe, aún tenemos poco<br />
tiempo de haber llegado —Mario hizo<br />
una pausa y continuó—. Es en realidad<br />
un lugar muy lindo.<br />
—Sí que lo es —Carlos se acercó a él, tomándole<br />
suavemente del hombro e inclinándose<br />
para bajar la voz, continuó—: Ya<br />
sé que no preguntaste, pero vivo con mi<br />
esposa y mis hijas, tengo ya algunos años<br />
sin empleo, pero nos las arreglamos con un<br />
pequeño negocio que montamos mi esposa<br />
y yo, y últimamente ha ido viento en popa.<br />
Pronto mis hijas se harán cargo del negocio.<br />
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