La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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Eran casi las dos de la madrugada<br />
cuando llegó Yurima a casa de su tía<br />
Gladys, traía la cara y los brazos llenos<br />
de moretones. <strong>La</strong> tía le abrió la puerta<br />
bostezando y con los ojos pegados. Medio<br />
dormida, la mandó a pasar sin saludarla.<br />
<strong>La</strong> sobrina se tiró de lado en el sofá, mirando<br />
al respaldo. Gladys la observó y se<br />
encogió de hombros. Enseguida se fue a<br />
su cuarto y se volvió a acostar al lado de<br />
su hija Tamara, quien balbuceó:<br />
—¿Quién era?<br />
—Tu prima, con la misma tragedia de<br />
siempre.<br />
—No sé qué piensa pa’ mandar pa’l<br />
carajo a ese comepinga.<br />
Se durmieron de nuevo.<br />
Eran cerca de las diez de la mañana<br />
cuando la tía la sacudió por el hombro,<br />
pensando que estaba dormida,<br />
pero Yurima se volteó bocarriba y le<br />
preguntó:<br />
—¿Qué pasa?<br />
—Que vino a buscarte la policía —contestó<br />
la tía preocupada—. ¿Qué pasó,<br />
qué hiciste?<br />
Gladys, al ver que su sobrina se mostraba<br />
indiferente, volvió a salir al portal.<br />
Yurima se incorporó y se sentó con<br />
calma, como si no le importara. Con los<br />
pies buscó las sandalias en el piso, se<br />
las calzó y fue al baño. Salió enseguida<br />
y caminó hasta el portal, donde había<br />
tres hombres, dos de ellos vestidos de<br />
civil. El uniformado conversaba con la<br />
tía y la prima, que lloraban. Yurima las<br />
observó con indiferencia.<br />
El hombre que traía unos papeles en<br />
la mano se identificó y le preguntó si<br />
ella era Yurima… Contestó que sí, y extendió<br />
las manos cuando el oficial sacó<br />
las esposas. <strong>La</strong> condujeron a un carro<br />
«Operativo de Búsqueda y Captura»<br />
parqueado a la entrada.<br />
Otro similar, con su chofer, permanecía<br />
situado unos diez metros delante.<br />
Se había formado un grupo de vecinos<br />
y curiosos alrededor de las mujeres. Poco<br />
después los carros partieron. Al doblar la<br />
esquina Yurima miró por la ventanilla y<br />
levantó las manos para despedirse del<br />
grupo que la seguía con la vista.<br />
Tamara y su madre entraron sin hablar<br />
con nadie, ni siquiera con los que<br />
les preguntaron el motivo del arresto.<br />
Gladys se tiró en el sofá donde había<br />
dormido su sobrina y le pidió a su hija los<br />
medicamentos que ya conocía. Inmediatamente<br />
se los trajo con un vaso de agua.<br />
—Vístete, que vamos ahora mismo pa’<br />
Marianao a averiguar lo que sucedió<br />
realmente —dijo la madre.<br />
Media hora después salieron y cogieron<br />
una guagua en la calle Zapata<br />
que las dejó a pocas cuadras de la casa<br />
del padrastro y los tres hermanos de<br />
Yurima. <strong>La</strong>s recibieron con llanto y las<br />
acosaron con preguntas: «¿<strong>La</strong> fueron a<br />
buscar a tu casa? ¿Se entregó sin resistencia?<br />
¿Estaba herida?...».<br />
<strong>La</strong>s mujeres se sentaron. Gladys respondió<br />
las preguntas y luego interrogó<br />
al padrastro de Yurima:<br />
—Bueno, dinos qué fue lo que pasó,<br />
porque el policía nada más nos dijo<br />
que había matado al marido, pero no<br />
nos especificó de qué manera. Los motivos<br />
los sabemos de sobra. Bastante<br />
aguantó, la pobre.<br />
El padrastro de Yurima mandó a salir<br />
a los niños, que no le hicieron caso, y<br />
relató lo que conocía de los sucesos de<br />
la noche anterior:<br />
«Nosotros sabíamos que había ido<br />
para tu casa, como hacía siempre que<br />
tenían discusiones y él la golpeaba», le<br />
dijo el padrastro a Gladys y continuó:<br />
«Por eso se lo dijimos a la policía, para<br />
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