La Sirena Varada: Año II, Número 14

Para nuestro asombro y horror, entendimos
al instante que íbamos por buen
camino, puesto que al segundo de comenzar,
todas las luces de nuestro alrededor
se apagaron, dejando únicamente
la llama que desprendían las cuatro velas.
Si bien ambos teníamos miedo, el
verdadero horror inició cuando pisadas
estruendosas comenzaron a sonar en la
habitación de mi hermana. Tan fuertes
eran que por un momento creímos que
iban a romper el entrepiso de madera.
Entonces, cuando parecía que ahora
los pasos comenzaban a desplazarse a
las escaleras, como si algún ser titánico
estuviera bajando por los escalones,
Verónica no pudo más y gritó, clamando
que nos dejaran en paz.
El ruido se detuvo; paró en seco.
Fue así que una voz, procedente de
dicha ubicación, y con miedo y preocupación,
se hizo presente.
—¡El ritual no era para redimirme!
¡Tiene la función de liberar a un demonio
antiguo! —clamó la entidad, preocupadísimo
y con terror—. ¡Salgan de ahí
mismo! ¡El demonio se encuentra debajo
de su mesa! ¡Debajo de su mesa!
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