La Sirena Varada: Año II, Número 14

Es siempre típico que mi amigo, su
mascota humana y yo nos metamos
en aprietos tan recurrentemente
graciosos mientras revisamos,
analizamos y presentamos las ideas
más jocosas de la indumentaria caótica
del universo multifacético. Como aquella
vez que viajamos al encuentro destinado
de la existencia de uno de los tres y
lo impedimos pensando en las repercusiones
lineales que aquello podía ocasionar
para la paradójica lógica espacial
y temporal de la determinación cuántica
bilateral. El resultado fue el esperado,
sin embargo esa historia ahora no tiene
la menor importancia… Por cierto que
mi amigo es un chango, y su mascota
humana es un tipejo que nos acompaña
y de vez en cuando habla conmigo,
preguntando, aclamando y recitando
verbalizaciones sobre libros novelescos
que nada me importan.
Una historia graciosa que quiero
contar sucedió aquella vez que me encontraba
resolviendo una ecuación bino-diferencial,
cuando ellos llegaron a
mi casa preguntando por mis asuntos
de manera beligerante. Yo les respondí
que me encontraba en la más amplia
de las realidades contraídas buscando
una forma de hacerla más minúscula
y que por ello me sentía liberado y
expandido, cuando de repente, como
caído del cielo, vino a mí la más hermosa
secuencia de números que pudo
haber expresado jamás algún ordenador.
Entendí enseguida que aquello era
algo extrañamente inentendible y que
por ello solamente el mundo podía
acabar, así que de la nada y despedido
como bala comencé a trascribir todo
aquello que refleja el sentimentalismo
pictográfico de la manifestación cognoscente
al que apelan los pomposos
que apoteósicamente rememoran los
desvaríos de los que antaño y ahora
se jactan de mostrarse hábiles en el
intelectualismo numerológico de estos
tiempos confusos.
No fue hasta que llené todos los pizarrones,
todas las hojas y todas las paredes
de donde yo estaba que vi, con
todos mis ojos, la desgracia de mi tragedia,
la risa de mi comedia, la incompleta
y aun así interminable cadena de
eventos que se desenvuelven y avanzan
por el tiempo y el espacio sin llegar
a ningún lado pero que conforman el
total melodrama. Mi melodrama. Y fue
así que, rápido pero inseguro, comencé
a redesorganizar todos los números y
todas las vidas.
La misma construcción de números
secuenciales me hizo dar cuenta que la
vida deja de ser vida en el momento de
la verdadera existencia. Pues no es posible
saber que dentro de los euclídeos,
los primos, los pares, los nones, los naturales,
los cuadráticos y los decimales
se encuentran los verdaderos causantes
del caos cósmico, representados
meramente como el mínimo exponente
del exponencial de Pi.
Fue durante mi avance, analítico y
lisérgico, para comenzar a comprender
el todo que, de pronto, noté que me encontraba
ya en la nada y en la nada vi el
todo y el todo no era nada comparado
con la nada, y avancé y me detuve y me
moví sin caminar hasta que mis ojos vieron
lo que no estaba en lo que estaba, y
sin sentir comprendí que estaba sintiendo
estar en donde no estaba y en donde
estaba sentía que no sentía nada.
Así comencé siendo dentro de la nada
y el todo, donde, justo al empezar desde
todos los vectores que abarcan la nada,
pese a que todos piensen que la nada no
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