La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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I<br />
Todo estaba listo. Elena había pedido<br />
dos pizzas grandes mexicanas. El paquete<br />
incluía una orden de spaguetti y<br />
un refresco de dos litros. A Elena no le<br />
gustaba cocinar. Se justificaba diciendo<br />
que por eso se esforzaba tanto en su trabajo,<br />
para poder pagar servicios como<br />
la pizza y ser holgazanamente feliz.<br />
Alberto era distinto, le encantaba la<br />
comida hecha en casa pero hacía tiempo<br />
se había resignado a que el máximo<br />
esfuerzo de Elena en la cocina, se<br />
limitaba a hacer té y jícama rayada con<br />
chamoy y miguelito. Aun así la amaba,<br />
y estaba dispuesto a soportar eso, así<br />
como sus repentinos berrinches, cambios<br />
de humor y amor por los gatos<br />
aunque fuera alérgico a ellos.<br />
<strong>II</strong><br />
<strong>La</strong>s palomitas ya estaban hechas y la<br />
película esperaba por ser el botón de<br />
play para comenzar. De pronto, Elena<br />
recordó que Alberto no hablaba ni entendía<br />
inglés así que tendrían que ver<br />
Leon: the profesional, doblada al español.<br />
A Elena no le importaba mucho, de<br />
hecho, le agradaba el doblaje hecho al<br />
personaje de Jean Reno.<br />
A veces Elena pensaba demasiado,<br />
procuraba evitarlo porque se deprimía,<br />
pero al estar sola era difícil. De repente<br />
le daban ganas de meter a sus gatos a<br />
las transportadoras, armar una maleta<br />
práctica e irse a Guadalajara o Guanajuato,<br />
a donde fuera siempre y cuando<br />
estuviera lejos de Alberto. Por momentos,<br />
podía desesperarla de veras. No<br />
quería hacer un recuento de los errores<br />
de Alberto pero su mente ya había comenzado<br />
a divagar.<br />
Recordó la primera vez que trató de<br />
terminar con él. Fue en un café del Centro<br />
Histórico, le dijo que necesitaban<br />
darse un tiempo, que no le gustaba que<br />
fuera tan condescendiente. Apenas<br />
había comenzado a hablar cuando Alberto<br />
ya estaba llorando como si le hubieran<br />
dado la noticia de una muerte<br />
muy cercana. A Elena no le quedó más<br />
remedio que decirle que estaba bien,<br />
que lo del tiempo no era necesario.<br />
<strong>II</strong>I<br />
Era el cumpleaños de Elena y la jefa de<br />
Alberto, Marcia, le había prometido a<br />
éste dejarlo salir temprano.<br />
Marcia y Elena se conocieron en la<br />
cena de Navidad del 20<strong>14</strong>. <strong>La</strong>s dos<br />
quedaron encantadas con la otra.<br />
Coincidieron en que Ángeles Mastreta<br />
era una buena narradora y potencial<br />
poeta, a pesar de las críticas negativas<br />
que recibía de los fanfarronamente<br />
especializados en Belcebú sabe qué,<br />
literatura decían.<br />
<strong>La</strong>s dos llegaron a intimar tanto entre<br />
copa y copa que Elena confesó a<br />
Marcia que había días en que Alberto la<br />
estresaba demasiado. Se ponía celoso<br />
de todo mundo, podría ser que incluso<br />
esa noche, le reclamara por haber estado<br />
con su jefa y no con él. Marcia le preguntó<br />
por qué no lo dejaba pero Elena<br />
desvió la conversación.<br />
Ya eran casi las cuatro y Alberto aun<br />
no tenía el pase de salida. Comenzaba<br />
a ponerse muy irritable. Fue al cuarto<br />
para las cinco cuando Marcia le dijo<br />
«puedes irte». Una sonrisa de alivio<br />
iluminó el rostro de Alberto y salió literalmente<br />
corriendo. Marcia decidió<br />
que llamaría a Elena para felicitarla en<br />
cuanto terminara las labores del día.<br />
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