La Sirena Varada: Año II, Número 14

cuerpo sin cabeza de Martín lo manchó
con su sangre que salía a borbotones
de su seccionado cuello, el horror se
dibujó en su rostro y solo atinó a salir
corriendo, olvidando la linterna y el
desbaratado cuerpo de su amigo. Apenas
puso un pie fuera de la casa, patinó
en el barro y cayó a un gran charco, se
levantó más rápido que el rayo resonante
en ese instante en algún lugar
cercano, volvió a trastabillar en la calle
y sin poder contener el llanto entró a la
casa, colocó una silla trabando la puerta,
no recordaba donde había dejado
su celular, desesperado lanzaba por
el aire almohadones y cosas en busca
de su teléfono, cuando una voz desde
dentro de la casa lo llamó por su nombre:
Alfredo.
Este se quedó quieto, inmóvil, no
pudo contenerse y temblando como
una hoja mecida por un gélido viento,
mojó sus pantalones.
Abruptamente se abrió la puerta del
baño y con un toallón en la cintura y
una pequeña toalla secando su cabello
Martín le dice alegremente
—Apúrate, nos tenemos que encontrar
con las chicas, mira la mugre que
tienes. Me voy a cambiar.
Alfredo miró sus ropas mojadas y llenas
de barro, pero para su asombro ni un
solo rastro de sangre, se dejó caer arrodillado
y se largó a llorar y reír a la vez.
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