mexicanas
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Elisa T Hernández-Acosta<br />
subsanar los errores ortotipográficos sin mayor exhibición y abocarnos a pedirle al<br />
autor que atienda las deficiencias en la narración, el lenguaje, el contenido, el<br />
discurso gráfico y los paratextos.<br />
La galería de comentarios inútiles que laceran la relación entre el autor y el<br />
editor puede ser inagotable, pero aquí reproduzco algunos que he leído en mi<br />
carrera profesional: “¿esto qué?, ¿a poco es verdad?, ¡no es cierto!, a mí así no me lo<br />
enseñaron, no entiendo”.<br />
De manera antagónica hay muchísimos comentarios que sí le son útiles al autor,<br />
y casi siempre son los que traen un argumento de por medio y cuya estructura es<br />
más o menos así: “no es esto, porque ocurre aquello y se concluye contrariamente a<br />
lo que esperabas, puede perderse el lector en esta parte y te sugiero revisar si se<br />
puede resolver de esta otra forma”. Del mismo modo, exaltar un atinado párrafo le<br />
ayudará al autor a saber cómo continuar acertadamente en el camino. Con<br />
argumentos, paciencia y sugerencias es como se instruye a un autor, a pesar de que<br />
a veces estas sugerencias implicarán que nosotros mismos resolvamos el párrafo<br />
(que lo hagamos).<br />
Es por lo antes dicho que la relación autor/editor es importante para el buen<br />
término de una obra. Si ya pasó la primera criba y decidimos invertir tiempo y<br />
energía para acompañar al autor en subsanar su texto, entonces, en todos los casos<br />
es obligación del editor intervenir las veces que sean necesarias para beneficiar al<br />
autor y posteriormente al lector.<br />
Conclusiones<br />
Durante el desarrollo del proceso editorial, mientras atendemos las reglas de la<br />
lengua, mientras revisamos los conceptos científicos, mientras nos sujetamos a<br />
las características de cada publicación y decidimos qué textos se publican y<br />
cuáles no, mientras leemos y marcamos los originales de autor, mientras<br />
conversamos sencilla o apasionadamente con los autores, y mientras pensamos<br />
en nuestros futuros lectores, también hacemos ciencia. Por esto es crucial la labor<br />
editorial de las revistas académicas y de divulgación científica. Cargamos sobre<br />
los hombros el valor cultural que se le da a la ciencia; además, le guste a quien le<br />
guste, veladamente somos los editores quienes marcamos tendencias científicas<br />
al decidir qué artículo se publica y cuál no y cómo publicarlo, así que es prioritario<br />
reconocernos hacia dentro y hacia fuera de nuestro gremio, y reflexionar sobre<br />
nuestra labor.<br />
A lo largo de este texto traté de dibujar el panorama al que nos enfrentamos<br />
haciendo nuestro trabajo; a veces, incluso, caricaturicé escenarios intentando<br />
animar lo que con frecuencia nos aflige —pido disculpas a posteriori si lastimé la<br />
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