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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
espadas y las lanzas, y por el forzado galopar de los caballos que avanzaban
sobre las huestes españolas.
Dada la rapidez de tan impetuosa acometida, la sorpresa e indecisión
de los realistas no dura largo tiempo.
Una vez por todas, era necesario escarmentar a aquellos temerarios
que tanta sangre costaban al ejército. Al efecto, Morillo se apresura a
poner por obra un plan preconcebido, para el caso frecuente, de una
de aquellas embestidas de Páez furiosas como las muchas de que habían
sido víctimas los soldados del Rey.
XIII
Apenas llegan desenfrenados los llaneros a cien pasos de la línea española,
el estruendo de una descarga resuena formidable; mézclase el polvo que
levantan los caballos con el humo que arrojan los cañones, y densa nube se
extiende presurosa sobre el ensangrentado campo de aquel duelo terrible.
Siete mil fusiles y seis piezas de artillería disparan sin cesar. Los lanceros
se esfuerzan por arrojarse sobre las bayonetas españolas. Sus caballos
cerriles, acometidos de pavor, resisten a los aguijones de la espuela, saltan,
relinchan, se encabritan y retroceden espantados.
Tras larga lucha, los jinetes al fin se hacen obedecer de sus corceles, y
amagan a la vez con repetidas cargas la inmensa línea de Morillo que les
opone un muro erizado de bayonetas. Las balas de los cañones surcan la
llanura, estrepitosa vocería responde al ruido de las descargas, resplandecen
las lanzas en medio del tumulto como rayos siniestros en el seno
de aquella nube espesa, purpúrea, desastrosa, que flota a la merced del
viento, cual inmenso sudario sobre los ensañados contendores.
Después de la primera acometida, Morillo cree propicio el momento
para exterminar al tenaz escuadrón que le resiste con tanta bizarría. Con