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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
lucha, abroquelado el ánimo de un desprecio profundo por la muerte,
y armada la diestra del sable de las matanzas.
Para la revolución Boves fue una sangría copiosa, una eterna amenaza,
una pesadilla horripilante. Su nombre, repetido con espanto por todos
los ámbitos de Venezuela, tuvo el lúgubre prestigio de aquellos monstruos
fabulosos de que nos hablan las antiguas leyendas. Más de una vez
su fuerte brazo volcó el carro victorioso de la revolución; más de una
vez los laureles del triunfo se ostentaron sobre su frente, ensangrentados.
Gigantesco en sus pasiones, sus menores faltas fueron crímenes, su
única virtud la valentía. A tal jefe, tal ejército.
V
Reorganizado en la Villa de Cura, Boves marcha de nuevo contra Ribas,
y el doce de febrero, a las siete de la mañana, se arroja sobre La Victoria
con su acostumbrada impetuosidad.
Las avanzadas republicanas, apostadas en el sitio del Pantanero, no
resisten la acometida de los numerosos escuadrones realistas; degolladas
quedan en el puesto que se les ha confiado, y a rienda suelta los
violentos jinetes penetran en la ciudad, atronando el aire con sus gritos
salvajes y blandiendo amenazantes sus lanzas victoriosas.
En breve tiempo, las márgenes del río, las alturas que dominan la
ciudad y parte del poblado quedan en poder del enemigo.
No pudiendo sostenerse en las calles, Ribas se ve forzado a reducirse
al estrecho recinto de la plaza, donde rápidamente organiza la defensa.
Las mejores tropas, repartidas entre los jefes y oficiales de más notoria
bizarría, ocupan las entradas principales del improvisado cuadrilátero.
El campanario y la techumbre de la iglesia se ostentan de improviso
erizados de bayonetas. Los escombros y las ruinas ocasionados por el ho-