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Eduardo Blanco Venezuela Heroica

Eduardo Blanco

Venezuela Heroica

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Eduardo Blanco

No obstante, el gorro frigio desparece por tres veces durante la batalla

y un grito de terror se repite y asorda el campo de los republicanos.

Del polvo, donde yacen sus tres caballos muertos, Ribas se levanta cada

vez más colérico, monta un nuevo caballo que morirá en seguida y,

multiplicándose prodigiosamente, acorre al peligro donde quiera que el

ataque es más violento o la defensa menos vigorosa.

Inspirado en su patriótico ardimiento, exhorta, alienta, aplaude y

electriza con la palabra y el ejemplo a sus desplazados batallones. A los

soldados que en aquella jornada memorable reciben el bautismo de sangre,

lleva personalmente al fuego, y a pecho descubierto toma con ellos

parte en la refriega. Para comunicarles su bravura, arrebata el fusil de las

trémulas manos de los menos expertos, dispara sobre el enemigo con

ajustada precisión, muéstrales el estrago, carga de nuevo el arma, sin

premura, cual si se hallase en una simple parada militar; y ya levantando

al uno que decae, ya suspendiendo al otro para darle más altura y mejor

puntería, reorganiza la defensa, se hace aplaudir por los más esforzados

y cautiva de admiración a sus propios contrarios.

VIII

Entre el escaso número de aquellos seres singulares, a quienes el peligro

les produce la fiebre sublime del heroísmo, la historia cuenta a José

Félix Ribas. Durante el rudo y desigual combate que sostiene, no se ha

resfriado un solo instante el fuego de su alma ni la impetuosidad de su

coraje. Cubierto de sangre, rodeado de cadáveres, en medio de lamentos

y gritos, y vociferaciones de venganza, y maldiciones que estremecen el

cielo, y envuelto en el torbellino de la lid, cuenta con frialdad las tropas

que le restan, y lleno de entereza exclama, volviéndose a Mariano Montilla,

su Mayor General:

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