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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
El número de sus contrarios se acrecienta: los muertos parece que
resucitan para seguir luchando. Todo conspira contra su genio y su osadía.
La fortuna le niega sus favores; la patria su decidido apoyo. Mas
¡ah!, nada le arredra. En vano vibra el rayo sobre su frente olímpica. En
vano la ola de sangre en que sus pies se hunden, se encrespa y brama, y
sube, y amaga sepultarle. En vano se estremece la tierra y le amenaza y
se oscurece el sol y fúnebres presagios le asedian anunciándole un desastroso
fin: su brazo no desmaya ni cede en su propósito.
Jamás lucha tan dura, desigual y terrible registraron los fastos de los
antiguos tiempos. Jamás caudillo alguno de los creados por la fábula,
osó a mayor fortuna, ni venció más obstáculos por alcanzar la gloria.
Estrechado en su línea de defensa, Bolívar trata de reconcentrar entre
Caracas y Valencia el mayor número de fuerzas disponibles para esperar
a Boves, que se adelanta victorioso a la cabeza de ocho mil combatientes;
pero son pocos los recursos con que cuenta para llevar a término
feliz tan heroico propósito.
La situación de los independientes se agrava por instantes, Boves destroza
a Campo-Elías en la funesta jornada de La Puerta. Rosete, con una
fuerte división, invade los valles que fertiliza el Tuy y amenaza a Caracas,
a la sazón desguarnecida. Puig y Ramos incendian a Barinas y pasan a
cuchillo sus valerosos moradores, abandonados por García de Sena. Tras
heroicos esfuerzos, Urdaneta, con escasos jinetes, se ve obligado a replegar
sobre Bolívar. Ceballos, con el ejército de Coro, ocupa Barquisimeto y se
adelanta sobre el centro. Calzada se apodera a fuego y sangre de San Carlos,
con mil infantes y ochocientos caballos. Numerosas guerrillas inquietan
a Valencia; y los sitiados en Puerto Cabello, con amagos de frecuentes
salidas, paralizan la acción benéfica de D’Eluyar en el conflicto general.
Vencido Campo-Elías, el Libertador opone a Boves el vencedor en
Niquitao. Chócanse en la Victoria, con estrépito y furia, aquellos dos