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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Venezuela heroica 49
III
Postración dolorosa, que explotaron hasta la saciedad los vencedores,
confiscando las riquezas de los vencidos, ultrajando su dignidad, su
honra y sus costumbres, y anegando el país en sangre generosa.
Cumaná, quizá la más herida de las provincias orientales por la ferocidad
de sus dominadores, es la primera que se reacciona; pero su heroico
esfuerzo no alcanza a sacudir la postración de sus hermanas. Sin embargo,
aquel nuevo Viriato, como graciosamente a Monteverde calificaron
sus aduladores, se estremece de espanto ante la ruda obstinación de los
patriotas orientales, y poseído de salvaje furor, oprime más y más entre
sus brazos, casi hasta estrangularla, la presa que le diera la Fortuna.
¡Ilusoria esperanza! En medio de tan profunda oscuridad para la sometida
Venezuela, un gran foco de luz aparece de súbito en la empinada
cima de los Andes. Chispa al principio oscilante entre los ventisqueros,
acrece rápidamente hasta alcanzar las proporciones de dilatado incendio.
En la inflamada región de los volcanes brilla radiosa como el ígneo
penacho del Pichincha, cuando viste el gigante los terribles arreos de
su imponente majestad: ilumina con resplandores que deslumbran a la
cautiva América: inflama el mar con los reflejos de su fulgente lumbre;
y atónitos y mudos la contemplan, desde el templo del sol, hasta las
playas donde Colón dejó caer el ancla de sus naos victoriosas, los descendientes
de los incas y los hijos sin patria de aquellos mismos héroes
que al cetro de Castilla la dieran cual presea.
Aquella inmensa lumbre, aquella hoguera amenazante para los exarcados
españoles, es el primer destello del genio de la América. Es Bolívar,
que surge coronado de luz como los inmortales. Es la presencia del
adalid apóstol, que, de lo alto de su corcel de guerra, predica la nueva
doctrina americana al resplandor fulmíneo de su desnuda espada.