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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
Miranda, la postrera esperanza de los independientes, sucumbe con la
revolución y, eclipsado el astro, sobreviene la noche.
Al ruido de las armas; al estrépito de las batallas; a los debates turbulentos
de los primeros clubs republicanos donde rugía Coto Paúl,
fulminando desde lo alto de la tribuna las amenazas de su cólera; a los
cantos patrióticos y al grito santo de libertad que enardecía todos los corazones,
sucede un silencio de muerte; silencio pavoroso, que no turban
siquiera los ayes de las víctimas, porque hay cuidado de ponerles mordaza
antes de herirlas. La perfidia, más que la crueldad, fue el distintivo
de aquella época luctuosa: pública ostentación se hacía de perdonar, y
en la oscuridad se degollaba. La víctima no oponía resistencia. El verdugo
trabajaba a la sombra y reinaba el silencio.
“Venezuela toda había vuelto al estado colonial. Las juntas, los congresos,
las constituciones, la independencia, todo había desaparecido
como sombra vana, sin dejar en el país ninguna impresión de su efímera
existencia. Los mejores patriotas estaban presos o emigrados: otros,
llenos de miedo, habían transigido con los enemigos: algunos villanos
difamaban sus propias opiniones adoptando y sosteniendo las contrarias.
Aparte de las bajezas que hacía cometer el temor de una tiranía que
degradaba hombres y cosas, el pueblo inclinado al antiguo régimen y
amedrentado con los recientes desastres, apoyaba con su inercia al partido
vencedor. Hasta los patriotas más firmes habían perdido la esperanza
de que jamás se moviera el pueblo, en favor de la independencia, al
entusiasmo de la guerra y de los generosos sacrificios, tan distante de su
carácter desidioso y de sus muelles costumbres”. 1
[1]_ Baralt.