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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
En efecto: tal refuerzo en aquella batalla era como la adición de una unidad
a una cifra casi borrada, que apenas existía; fiarse a él era como pretender
apoyarse en el átomo para remover la inmensidad. Pero, necesario es
convenir en que, débil o no, era un punto de apoyo que se ofrecía a la enérgica
palanca del general republicano; un brazo más que venía a sostener
el fusil y el sable que se escapaban de la mano mutilada del ejército, una
sonrisa de la suerte o una burla del destino. A juicio de Ribas, tal refuerzo,
más que una probabilidad, era solo un puñado más de polvo que venía a
arrojarse espontáneamente en la inmensa fosa abierta por la muerte.
Doscientos veinte soldados para aquel monstruo que en nueve horas
ha devorado un ejército, es un mendrugo arrojado a un hambriento.
Campo-Elías, empero, no se detiene ni cuenta sus contrarios; divide
sus escasas fuerzas en dos columnas de ataque, toma el mando de la una,
cede la otra a Aldao, que en calidad de segundo le acompaña, y carga al
enemigo con aquella furiosa intrepidez que le distinguió siempre.
Ribas los ve perdidos, y con ellos la postrera esperanza. Por primera
vez parece que la frente del titán se inclina bajo el peso del desastre.
Anúblase un instante el brillo de sus ojos, contrae sombríamente las cejas,
como si quisiera concentrar en el alma toda la energía de su carácter,
e irguiéndose de nuevo amenazante, retumba en medio del estrépito el
trueno de su voz, y vibra con estrago el implacable rayo de su cólera.
XIII
Uno de esos atrevidos pensamientos que, a fuerza de ser extremados
adquieren la decisión y energía de las pretensiones realizables, cruza por
su mente; es aquella la chispa que en breve producirá el incendio.
Cien dragones y algunos carabineros saltan rápidamente sobre sus caballos
y corren a formar en columna en el centro de la plaza. El fuego