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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Eduardo Blanco
La derrota se declara completa.
Como arrebatado torbellino, aquella numerosa caballería perseguida
por un puñado de jinetes, cuyas lanzas ya embotadas hieren difícilmente,
corre sobre la infantería realista a guarecerse entre sus filas.
Tras ella, rastro sangriento dejan en la llanura; despojos repugnantes,
caballos reventados, miembros rotos, cadáveres sin cuento, y sillas, y
arneses, y fusiles, y banderas, y desgarrados uniformes; heridos que se
quejan y estertores de agonía.
Caballos sin jinetes y caballeros desmontados van, vienen, y en todas
direcciones recorren la llanura.
La derrotada caballería realista, nube de polvo, masa vertiginosa, revuelta
confusión de todos los colores, que el sol poniente alumbra con
sus postreros rayos, acuchillada, chorreando sangre como un gigante
herido, huye despavorida.
Lleno de ira y de inquietud, Morillo la ve acercarse como una ola
amenazante para sus alineados batallones.
Inminente es el peligro para el ejército español. Sobrecogidos de terror,
sus propios escuadrones ayudarán a Páez a destrozarlo y a vencerlo.
El sacrificio de una parte puede salvar el todo. Morillo se decide. Apunta
al grupo sus cañones, lo envuelve en una nube de metralla y lo fusila
sin misericordia.
Pero nada detiene aquel espanto. Acribillada de frente por las balas y
alanceada por la espalda, aquella mole sangrienta y palpitante, persiste
en su designio. Sin dejar de darle el frente y de abrasarla con furiosas
descargas, el ejército empieza a marchar en retirada buscando el apoyo
del tupido bosque que tiene a retaguardia; pero antes de logro tan
deseado, la caballería se estrella contra sus bayonetas, rompe las filas y
juntos y revueltos, infantes y jinetes ganan la espesura, favorecidos por