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Eduardo Blanco Venezuela Heroica
Eduardo Blanco
Venezuela Heroica
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Venezuela heroica 209
se ve emulado por uno de los suyos que se propone adelantársele; tal
audacia exalta la bravura de Mellao, desgarra con la espuela los ijares del
violento corcel en que cabalga, y dejando a la espalda a su impetuoso
camarada, le grita blandiendo con orgullo su poderosa lanza: “¡Compañero,
por delante de mí, la cabeza de mi caballo!”; minutos después
estaba muerto.
Igual suerte había cabido poco antes a los coroneles Arrais y Melián;
y cupo luego, en Tocuyito, al brioso Olivares.
Con los postreros resplandores del crepúsculo llegaba Valencey a las
primeras casas de las afueras de Valencia, cuando se vio atacado repentinamente
por los Granaderos y los Rifles que saltando de las grupas
de los caballos que los trajeran al galope, le acometen con simultánea
decisión.
Trábase allí de nuevo ardoroso combate, García se parapeta detrás de
las empalizadas y las derruidas paredes de aquella parte del poblado, y
resiste, algún tiempo, el vivo fuego y el empuje de nuestra infantería.
Luego abandona tan socorridas posiciones; deja en nuestro poder su
artillería y no pocos heridos, y, protegido por la oscuridad de la noche,
gana al trote la vía de las montañas costaneras, en seguimiento de sus
derrotados compañeros que se dirigen a Puerto Cabello.
Pocas horas después, García y La Torre se juntaban al pie de la montuosa
cordillera, y entre las sombras de aquella otra Noche Triste para
las huestes españolas brillaron dos relámpagos que siniestros surgían
de las pupilas de aquellos dos campeones, a tiempo que de sus nobles
pechos, llenos de cólera y desesperación, brotaban a la par un suspiro
profundo y un rugido incalificable.
El humo del último combate que sostuviera Valencey no se había
disipado cuando Bolívar y el ejército patriota ocupaban a Valencia. Rápidamente
dispone el Libertador las operaciones que deben practicarse