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Eduardo Blanco Venezuela Heroica

Eduardo Blanco

Venezuela Heroica

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Venezuela heroica 205

bajo la acción violenta de una copiosa lluvia que dura poco tiempo,

pero que basta para formar arroyos en medio del camino y embarazar

casi del todo los movimientos de nuestros escuadrones. En el lodo los

caballos resbalan, caen se levantan y trabajosamente pueden trotar sin

riesgo de abatirse; la lucha sin embargo, no desmaya, antes bien, tantas

dificultades exacerba el encono de nuestros intrépidos llaneros. Cunde

la emulación entre los más audaces, los choques se repiten con tal furia

que espanta. Muy caro paga Valencey su intrepidez y arrogancia, de

sus compactas filas ve arrebatar sus granaderos por la garra de bronce

de aquellos fantásticos centauros que se encaraman sin escrúpulo sobre

las erizadas bayonetas, que pisotean cuanto a sus pies se abate, y

que vociferando con frenesí salvaje, sus personales triunfos, insultan

al propio tiempo a sus contrarios y maldicen con la misma energía a

la bala que los echa por tierra y al espantado bruto que, sordo a los

reclamos de la espuela, esquiva el fuego de la fusilería o se encabrita

y retrocede ante la aguda bayoneta que hiere sus narices o desaparece

en sus entrañas.

Más de una vez durante aquella brega encarnizada, se vio saltar a tierra,

abandonando los cerriles caballos que renunciaban al combate, a

muchos de aquellos jinetes temerarios; acometer con furia al enemigo,

luego caer acribillados por las balas e intentar todavía, arrastrándose

cual si fueran serpientes, clavar sus largas picas en el vientre de los soldados

españoles.

¡Oh! Fue entonces cuando García sintió gravitar sobre sus hombros

todo el peso de la catástrofe que lo envolvía en la completa ruina de La

Torre y que asombrado ante el valor creciente y la inagotable fortaleza

de sus contrarios pertinaces, llegó a dudar de su futura suerte.

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