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Eduardo Blanco Venezuela Heroica

Eduardo Blanco

Venezuela Heroica

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Eduardo Blanco

Venciendo nuestra propia flaqueza hemos ganado ya la primera y más

cruda batalla; Barreiro es incapaz de disputarnos la victoria; le haremos

prisionero”.

Y el ejército, a pesar de sus vacilaciones, se pone en movimiento.

X

Una favorable reacción debida al poderoso ascendiente de Bolívar, se

opera en la generalidad de nuestros regimientos: la primera jornada,

después de la estación de Paya, la rinden con firmeza; pero a medida

que vencen los empinados montes y se acercan al páramo, acrecen las

dificultades, se multiplican los peligros y nuevos y más terribles sufrimientos

padecen, a despecho del celo desplegado por Bolívar y de la

solicitud de algunos jefes. El terreno, por todo extremo escarpado, se

hace intransitable: un frío inclemente, que cobra a cada paso mayor

intensidad, sobrecoge al ejército en lo más arduo de su forzada peregrinación,

y el cierzo que impetuosamente desciende de las cumbres, lo

entumece congelando sus mezquinos harapos. A días crueles suceden

noches angustiosas: a las penalidades de la jornada la agitación febril, el

sueño inquieto, la desesperación, el letargo, la muerte… Los más robustos

ceden a la fatiga; las expansiones del ánimo se amortecen, las pláticas

dejan de ser frecuentes, la respiración degenera en ronquido, la palabra

en cavernosa resonancia. A la proximidad del espantoso ventisquero

todos los labios enmudecen nadie profiere ni una queja; el silencio es

profundo y lúgubre la marcha.

El Pisba amenazante se divisa sombrío entre revueltos torbellinos de

niebla infundiendo en los ánimos insólito pavor; ante él nuestros soldados

inclinan la cabeza y con la vista fija en la escabrosa ruta que desgarra

sus pies, avanzan entristecidos como reos arrastrados al último suplicio.

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