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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> clima trágicamente ridículo de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> lo representa eficazmente el novelista. Remedando<br />

grotescamente a Jorge Manrique en el elogio de <strong>la</strong>s virtudes de su padre, Za<strong>la</strong>mea denuncia <strong>la</strong><br />

naturaleza criminal de <strong>la</strong> marcial compañía representada por el Estado Mayor del ejército:<br />

¡Qué altaneras cabezas! ¡Qué henchidos pechos!<br />

¡Qué fulgor de estrel<strong>la</strong>s y de cruces y de p<strong>la</strong>cas y encomiendas!<br />

¡Qué esplendor de bandas y c<strong>ha</strong>rreteras y entorc<strong>ha</strong>dos!<br />

¡Qué cinti<strong>la</strong>r de galones y botones!<br />

¡Qué airones sobre los cascos!<br />

¡Qué emblemas en los cuellos y los puños!<br />

¡Qué ondeantes capas a <strong>la</strong>s espaldas!<br />

¡Qué l<strong>la</strong>meantes listas en los pantalones!<br />

¡Qué luces en el c<strong>ha</strong>rol de cinturones, guarniciones y botas!<br />

¡Qué girar de astros en <strong>la</strong>s espue<strong>la</strong>s!<br />

¡Qué ambición de mahoríes!<br />

¡Qué borrachera de matanceros!<br />

¡Qué sueños de dahomeyanos!<br />

No lograba <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> y <strong>la</strong> llovizna empañar el lustre de aquellos mosaicos vivientes. 68<br />

Por si <strong>la</strong> denuncia de este desfile de vanidades no fuera suficiente, el narrador añade: «Otra cosa<br />

sería verlos por dentro» 69 .<br />

Eficaz es también <strong>la</strong> presentación de <strong>la</strong> «Flor del pueblo mudo», <strong>la</strong> primera generación que carece<br />

de pa<strong>la</strong>bra, «seres de consentimiento previo, criaturas de agregación, entes de subordinación», una<br />

«proliferación de zoófitos b<strong>la</strong>ncuzcos que asediaba con su erizada rigidez toda vida que quisiera<br />

ser libre», espectáculo escalofriante: «¡Era pavorosa <strong>la</strong> marc<strong>ha</strong> de <strong>la</strong> nada a <strong>la</strong> nada!» 70 . No<br />

menos impresionante es el defile, en «cerrados pelotones», de <strong>la</strong> «Policía Urbana y Rural del <strong>Gran</strong><br />

Pesquisante». Za<strong>la</strong>mea presenta a extraños personajes, sin uniforme, metidos en trajes que mal se<br />

avienen con su medida y más bien denuncian, <strong>como</strong> ya Asturias en <strong>El</strong> Señor Presidente , una virilidad<br />

dudosa, además de emanar un inquietante olor a suciedad:<br />

68 Ibi , pp. 50-51.<br />

69 Ibi , p. 51.<br />

70 Ibi , pp. 55-56.<br />

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