El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />
Supongo que a ninguno se le <strong>ha</strong>brá ocurrido asar a su ministro de Guerra y servirlo enterito, en<br />
bandeja de p<strong>la</strong>ta, con uniforme y condecoraciones, en un banquete de ga<strong>la</strong> al que <strong>ha</strong>yan sido invitados<br />
los embajadores y los obispos. 166<br />
Episodio, éste sí, realmente presente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> e inspirado en La pelle , de Curzio Ma<strong>la</strong>parte.<br />
La víctima, en <strong>El</strong> otoño del Patriarca , es el general Rodrigo Agui<strong>la</strong>r, antes hombre de confianza del<br />
tirano, jefe de su guardia personal, que es bur<strong>la</strong>do por éste en su tentativa de traicionarle, aprisionado<br />
y luego cocinado y servido en <strong>la</strong> mesa a los conjurados en <strong>la</strong> hora exacta de su cita con él. Trato<br />
de humorismo macabro eficaz en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> para denunciar <strong>la</strong> naturaleza taimada del déspota y su<br />
constante vigi<strong>la</strong>ncia contra amigos y enemigos.<br />
<strong>El</strong> primer capítulo de <strong>El</strong> otoño del Patriarca se inaugura con una escena de muerte: el<br />
descubrimiento, en <strong>la</strong> destarta<strong>la</strong>da casona presidencial, ámbito de «tiempo estancado» y de cosas<br />
«arduamente visibles en <strong>la</strong> luz decrépita» 167 , de un cuerpo inanimado que se supone el del dictador.<br />
En <strong>la</strong> atmósfera irreal está tendido boca abajo un cuerpo uniformado de «lienzo sin insignias, <strong>la</strong>s<br />
po<strong>la</strong>inas, <strong>la</strong> espue<strong>la</strong> de oro en el talón izquierdo, más viejo que todos los hombres y todos los animales<br />
viejos de <strong>la</strong> tierra y del agua» 168 , cuyo reconocimiento se presenta difícil, puesto que nadie lo <strong>ha</strong><br />
visto nunca, aunque su perfil de cuando era más joven estuviera en todas partes, <strong>como</strong> ocurre con<br />
los dictadores,<br />
en ambos <strong>la</strong>dos de <strong>la</strong>s monedas, en <strong>la</strong>s estampil<strong>la</strong>s de correo, en <strong>la</strong>s etiquetas de los depurativos,<br />
en los bragueros y los escapu<strong>la</strong>rios, y aunque su litografía enmarcada con <strong>la</strong> bandera en el pecho y<br />
el dragón de <strong>la</strong> patria estaba expuesta a todas horas en todas partes, sabíamos que eran copias de<br />
retratos que ya se consideraban infieles en tiempos del cometa, cuando nuestros propios padres sabían<br />
quién era él porque se lo <strong>ha</strong>bían oído contar a los suyos, <strong>como</strong> éstos a los suyos, y desde niños nos<br />
acostumbraron a creer que él estaba vivo en <strong>la</strong> casa del poder porque alguien <strong>ha</strong>bía visto encenderse<br />
los globos de luz una noche de fiesta, alguien contado que vi los ojos tristes, los <strong>la</strong>bios pálidos, <strong>la</strong> mano<br />
pensativa que iba diciendo adioses a nadie a través de los ornamentos de mira del coche presidencial,<br />
porque un domingo de <strong>ha</strong>cía muchos años se <strong>ha</strong>bían llevado al ciego callejero que por cinco centavos<br />
recitaba los versos del olvidado poeta Rubén Darío y <strong>ha</strong>bía vuelto feliz con una morocota legítima con<br />
166 Ibidem.<br />
167 G. García Márquez, <strong>El</strong> otoño del Patriarca , op. cit. , p. 5.<br />
168 Ibi. , p. 8.<br />
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