El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />
sus males y sus sueños llegaba en aquel instante a su meta final» 199 . En <strong>la</strong> casona que un supérstite<br />
admirador le <strong>ha</strong> favorecido lo rodean los pocos objetos de su miseria: <strong>la</strong> última cama prestada, <strong>la</strong><br />
toleta miserable «cuyo turbio espejo de paciencia no lo volvería a repetir», el aguamanil de porce<strong>la</strong>na<br />
«descarc<strong>ha</strong>da», con el agua y el jabón que ya servirían para otras manos, «<strong>la</strong> prisa sin corazón del<br />
reloj octogonal desbocado <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong> cita ineluctable del 17 de diciembre a <strong>la</strong> una y siete minutos de su<br />
tarde final» 200 . Un destino definitivamente marcado, que todos los objetos y <strong>la</strong> hora anuncian.<br />
Gabriel García Márquez ama particu<strong>la</strong>rmente, según es dado observar a lo <strong>la</strong>rgo de toda su obra,<br />
a personajes en el ocaso de su vida, más humanos en su decadencia física. Los espectáculos del<br />
abandono, de <strong>la</strong> desilusión, de <strong>la</strong> soledad, ejercen sobre el escritor una atracción intensa: lo atestiguan<br />
numerosos protagonistas de sus nove<strong>la</strong>s, <strong>como</strong> el viejo militar de <strong>El</strong> coronel no tiene quien le escriba<br />
, los persistentes amantes de <strong>El</strong> amor en tiempos del cólera , figuras inolvidables de Cien años<br />
de soledad <strong>como</strong> el coronel Aureliano Buendía y <strong>la</strong> misma Úrsu<strong>la</strong>, el protagonista de <strong>El</strong> otoño del<br />
Patriarca.<br />
Por lo que atañe a Bolívar, el narrador destruye un mito áulico para construir otro mito<br />
más convincente para <strong>la</strong>s nuevas generaciones: el del hombre Bolívar, el del personaje siempre<br />
excepcional, pero «humano», a quien estudia en el territorio amargo de su desventura, víctima de<br />
<strong>la</strong> maldad de los hombres. <strong>El</strong> lector participa intensamente de <strong>la</strong> condición del héroe caído, sobre<br />
el cual <strong>la</strong> sugestión de <strong>la</strong> historia sigue proyectándose y compara <strong>la</strong> distancia cruel entre <strong>la</strong> gloria<br />
pasada y <strong>la</strong> miseria del presente. <strong>El</strong> personaje vuelve así a cobrar una dimensión extraordinaria, metido<br />
hábilmente en un escenario que no deja de emocionar al lector:<br />
Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír <strong>la</strong>s voces radiantes de los esc<strong>la</strong>vos<br />
cantando <strong>la</strong> salve de <strong>la</strong>s seis en los trapiches, y vio por <strong>la</strong> ventana el diamante de Venus en el cielo<br />
que se iba para siempre, <strong>la</strong>s nieves eternas, <strong>la</strong> enredadera nueva cuyas campánu<strong>la</strong>s amaril<strong>la</strong>s no vería<br />
florecer el sábado siguiente en <strong>la</strong> casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de <strong>la</strong> vida que nunca<br />
más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse. 201<br />
199 Ibi. , p. 266.<br />
200 Ibidem. Simón Bolívar murió en efecto el 17 de diciembre de 1830.<br />
201 Ibi. pp. 266-267.<br />
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