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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> oficial, el hombre que te aterraba <strong>ha</strong>sta <strong>ha</strong>ce unos minutos se ade<strong>la</strong>nta y casi te parece un aliado<br />

en re<strong>la</strong>ción a <strong>la</strong> cólera caliente y oscura que presientes en el cuerpo de Trujillo o a <strong>la</strong> crueldad he<strong>la</strong>da<br />

de Espail<strong>la</strong>t situado tras el respaldo de <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> que contiene a su amo. . 225<br />

Después de <strong>la</strong> lectura del acta de acusación y del desahogo de <strong>la</strong> rabia del Jefe, su proceder violento,<br />

gangsteril:<br />

-Cal<strong>la</strong> y abre <strong>la</strong> boca o te parto los dientes con el cañón de <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>.<br />

Abres <strong>la</strong> boca y c<strong>la</strong>vas los ojos paralizados en los ojos p<strong>la</strong>netarios del viejo que se acercan con<br />

su cara, con su cuerpo, con su brazo que empuña <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> y te introduce el cañón contra <strong>la</strong> lengua<br />

hinc<strong>ha</strong>da para que escojas entre el dolor y el miedo, y es el miedo el que castañetea con tus dientes en<br />

torno al cilindro mientras se difunde por <strong>la</strong> saliva un sabor a metal y grasa rancia, sin ojos suficientes<br />

para los objetos de tu verdugo o su mano que se crispa <strong>como</strong> un puño soldado con <strong>la</strong> cu<strong>la</strong>ta y el gatillo.<br />

No tienes otro horizonte que esa cara de viejo colérico <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> locura o ese puño que al moverse<br />

remueve todos los dolores y <strong>la</strong> sangre de tu boca y si tratas de <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>r el cañón se introduce más <strong>ha</strong>sta<br />

cosquillearte <strong>la</strong> campanil<strong>la</strong>. Bastaría un fruncido de esas cejas para que a su movimiento se parara <strong>la</strong><br />

pisto<strong>la</strong> y dejarías de querer vivir a pesar de esta escena de pesadil<strong>la</strong>, en el pensamiento de que termine<br />

en algún momento, gritando incoherencias rotas por el intruso que ocupa tu boca, peticiones de piedad<br />

y razón más allá de ese viejo, dirigidas incluso a los otros matarifes, un confuso fondo del que no sale<br />

ni el rastro de una respiración. . Pero de pronto retira <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> de un tirón y se te va un grito y otro<br />

diente salta <strong>como</strong> una esquir<strong>la</strong> de ti mismo, mientras por el túnel abierto que <strong>ha</strong> dejado <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> te<br />

entra el aire y te sale un ahogo histérico que te derrumba entre gemidos que ya no contro<strong>la</strong>s. 226<br />

En estas y otras escenas se patentiza <strong>la</strong> naturaleza criminal del dictador, que culmina en <strong>la</strong> orden a<br />

sus sicarios de darle «c<strong>ha</strong>lina» al prisionero, de estrangu<strong>la</strong>rle. Años después Muriel será, en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>,<br />

<strong>la</strong> otra víctima conectada con el caso Galíndez, el<strong>la</strong> también raptada cuando está investigando sobre<br />

el crimen en Ciudad Trujillo, sometida a tortura y seviciada en <strong>la</strong> cárcel secreta, finalmente matada<br />

y hec<strong>ha</strong> desaparecer.<br />

No se cuentan los asesinatos de Trujillo. En el libro de Manuel Vázquez Montalbán su «reino»<br />

nefasto está duramente denunciado, así <strong>como</strong> <strong>la</strong> indiferencia culpable de los embajadores españoles<br />

225 Ibi. , p. 164.<br />

226 Ibi. , pp. 222-223.<br />

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