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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Cuando el presidente «vitalicio», el viejo Somoza, se da cuenta de que el hombre tiene un gran<br />

éxito popu<strong>la</strong>r, se a<strong>la</strong>rma y decide eliminarlo. Lo <strong>ha</strong>cen de <strong>la</strong> manera acostumbrada sus hombres con<br />

una violencia gratuita. La escena es significativa; los soldados se dirigen rudamente al pobre hombre:<br />

«Con que vos sos el doctorcito que quiere ser Presidente, ¡ah hijueputá!» - le gritó a Tolentino el<br />

guardia, mientras lo agarraban entre varios y el gritón lo primero que hizo fue quitarle los anteojos, y<br />

quedarlo viendo, viendo a Tolentino que sin anteojos no veía nada y so<strong>la</strong>mente <strong>ha</strong>cía gestos con <strong>la</strong>s<br />

manos, <strong>como</strong> deslumbrado, y después el guardia <strong>ha</strong>ciéndose el educado, el suave, <strong>ha</strong>sta se agachó para<br />

poner los anteojos en el suelo y al momento de gritarle otra vez «... yo te voy a enseñar hijueputá...»<br />

puso <strong>la</strong> bota encima de los lentes y los ap<strong>la</strong>stó <strong>como</strong> quien destripa una cucarac<strong>ha</strong>. Cras cras hicieron<br />

los anteojos comprados con el precio de <strong>la</strong> mitad del sueldo mensual de Tolentino, y quedaron en <strong>la</strong><br />

acera los pedazos de vidrio y el marco de carey, <strong>como</strong> un cangrejo despatarrado. 192<br />

Llevado a <strong>la</strong> cárcel, Tolentino Camacho recobrará <strong>la</strong> libertad previa renuncia escrita a toda actividad<br />

política y será gratificado con mínimas ventajas materiales: fondos para una revista cultural y un<br />

aumento de sueldo. Vuelve así <strong>la</strong> tranquilidad para el presidente, al que el escritor presenta <strong>como</strong> un<br />

grueso señor entre el <strong>la</strong>tifundista y el cow-boy:<br />

En ese momento pasó el hombre. <strong>El</strong> señor Presidente, o el Jefe <strong>como</strong> le decían indistintamente. Iba<br />

montado en un caballo b<strong>la</strong>nco, gran barriga sobre montura tejana, arneses de p<strong>la</strong>ta, sombrero Stetson,<br />

camisa roja, pañuelo anudado al cuello, con un anillo de diamantes que emitía reflejos visibles desde<br />

muy lejos. Al cinto llevaba una pisto<strong>la</strong> 45 en cartuchera norteamericana; piel b<strong>la</strong>nca, ojos vivos e<br />

inquietos, botas altas, pantalón beige y un fuete en <strong>la</strong> mano. Lo rodeaba su gran caravana, guardias<br />

armados de ametral<strong>la</strong>doras, soldados de fusil, cantimplora y sombrero verde, además de ministros,<br />

unos de saco y otros disfrazados <strong>como</strong> los cowboys de <strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s de ba<strong>la</strong>zos. 193<br />

La figura del presidente corresponde a <strong>la</strong> de un criminal, que mantiene esc<strong>la</strong>vo a todo un pueblo<br />

al que considera su propiedad.<br />

192 Pedro Joaquín C<strong>ha</strong>morro, Tolentino Camacho , en Cuentos , Managua, <strong>El</strong> Pez y <strong>la</strong> Serpiente,<br />

1977, pp. 46-47.<br />

193 Ibi. , pp. 44-45.<br />

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