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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

187 . La nota erótica no falta nunca en <strong>la</strong> narrativa de este extraordinario artista, que <strong>ha</strong> dado ejemplos<br />

insuperables en sus poemas reunidos en Poète a Cuba (1976) y en cuentos <strong>como</strong> los que recoge en<br />

Alléluya pour une femme-jardin (1973).<br />

<strong>El</strong> final de <strong>El</strong> palo ensebado es trágico: Henri Postel logra subir al palo, gana <strong>la</strong> competición y<br />

desde lo alto dispara contra los representantes del gobierno reunidos en apósita tribuna, aunque no<br />

logra matar al presidente. Los guardias disparan contra él y le matan. A pesar de todo <strong>ha</strong> llegado <strong>la</strong><br />

última hora también para el presidente: un «tardío infarto» lo elimina, <strong>como</strong> ocurrió realmente.<br />

En su nove<strong>la</strong> Depestre acude al elemento grotesco para destruir al «<strong>Gran</strong> <strong>El</strong>ectrificador de Almas»,<br />

Papa Doc. Para lograr su objetivo se vale de elementos diversos, entre ellos <strong>la</strong> imitación estilística de <strong>la</strong><br />

prensa del régimen, de <strong>la</strong> que reproduce artículos y expresiones de delirante propaganda gubernativa.<br />

<strong>El</strong> escritor reve<strong>la</strong> un gran amor por su país, que se refleja también en <strong>la</strong> nostalgia con que,<br />

describiendo los alrededores de Port-au-Prince , evoca el encanto de un paisaje que ya no existe:<br />

Recordó <strong>la</strong> frescura de <strong>la</strong> vegetación que lo acompañaba antes <strong>ha</strong>sta Fourmy . Entonces los<br />

únicos c<strong>la</strong>ros eran los de <strong>la</strong>s fincas, <strong>la</strong>s casas, los cercados y los campos recién roturados. Ahora <strong>la</strong>s<br />

<strong>la</strong>deras desnudas ofrecían a <strong>la</strong> vista sus f<strong>la</strong>ncos de huesos prominentes, b<strong>la</strong>nqueados por el viento y<br />

<strong>la</strong>s tormentas. La erosión y <strong>la</strong> ta<strong>la</strong> son para nuestras montañas lo que <strong>la</strong> zombificación para los seres<br />

vivos. 188<br />

Antes todo era distinto. <strong>El</strong> recuerdo va a un pasado perdido, a una especie de paraíso que ya sólo<br />

existe dentro de uno. Depestre lo evoca a través de sus protagonistas con tierna nostalgia, y es un<br />

paisaje del alma:<br />

Port-au-Prince llevaba <strong>ha</strong>sta ellos su confiada intimidad: <strong>la</strong> infancia, <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, <strong>la</strong> intensa vida de<br />

familia, el calor de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales en <strong>la</strong>s fiestas y los bailes del barrio, el amor y <strong>la</strong> muerte<br />

inscritos en <strong>la</strong>s paredes cansadas de <strong>la</strong> ciudad, en sus árboles y en <strong>la</strong> vieja madera de sus casas.<br />

Port-au-Prince extendía sus techos lustrosos de tejas ondeadas, sus áreas verdes, el desorden de sus<br />

miles de construcciones demolidas y bamboleantes, sus calles hormigueantes, su puerto sembrado de<br />

chimeneas y, sobre todo, <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong>s, una ciudad ardiente ya de moscas y abyección, pálida de polvo<br />

y de ignominia.<br />

187 R. Depestre, <strong>El</strong> palo ensebado , op. cit. , p. 170.<br />

188 Ibi. , p. 68.<br />

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