El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />
Si alrededor del Libertador cierran fi<strong>la</strong>s los últimos soldados y oficiales fieles, si alguna tentativa<br />
para volver a dominar el curso de los acontecimientos se manifiesta en <strong>la</strong> vuelta extrema a <strong>la</strong> guerra, el<br />
clima es el de <strong>la</strong> irrepetibilidad de <strong>la</strong> historia. La exaltante aventura de <strong>la</strong> independencia <strong>ha</strong> terminado<br />
para siempre; el mi<strong>la</strong>gro no se repite, puesto que en Bolívar ya no existe una voluntad real para dominar<br />
los acontecimientos, íntimamente convencido de que todo es inútil. La historia se <strong>ha</strong> consumado y<br />
no existe futuro.<br />
Cuando emprende su marc<strong>ha</strong> <strong>ha</strong>cia el destierro, <strong>ha</strong>cia Cartagena de Indias, a oril<strong>la</strong>s del mar Caribe,<br />
donde tendría que embarcarse rumbo a Europa -viaje que <strong>la</strong> muerte le impedirá realizar-, <strong>la</strong>s tropas del<br />
gobierno colombiano, temeroso siempre de <strong>la</strong>s reacciones todavía posibles del general, siguen desde<br />
lejos vigi<strong>la</strong>ndo a los soldados fieles que le acompañan: un ejército desorientado, impotente, debido<br />
a <strong>la</strong>s dudas interiores de su jefe.<br />
Nada ocurre en el <strong>la</strong>rgo y lento trayecto, que en parte ve repetirse pálidamente los entusiasmos<br />
popu<strong>la</strong>res de un tiempo 198 , <strong>ha</strong>sta el final, cuando Bolívar, en un impulso extremo, momentáneo,<br />
decide volver al combate. Pero ya no es el caudillo de antes; le falta <strong>la</strong> fe en sí mismo, el<br />
convencimiento de que puede modificar <strong>la</strong> situación volviendo a ser el personaje de un tiempo,<br />
puesto que ya se siente interiormente destruido. Su campaña no alcanza, por consiguiente, éxitos<br />
significativos.<br />
Hacia el final de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> el narrador presenta al Libertador en sus días últimos, consciente<br />
plenamente, sobre todo después del asesinato del gran mariscal Sucre, de que «<strong>la</strong> loca carrera entre<br />
198 Llegado a Cartagena de Indias, un tiempo ciudad vital y entusiasta, Bolívar se da cuenta del<br />
cambio: «La pob<strong>la</strong>ción del recinto amural<strong>la</strong>do, convocada por un bando urgente, se <strong>ha</strong>bía ec<strong>ha</strong>do a<br />
<strong>la</strong> calle. Las tardes empezaban a ser demoradas y diáfanas en el solsticio de junio, y <strong>ha</strong>bía guirnaldas<br />
de flores y mujeres vestidas de mano<strong>la</strong>s en los balcones, y <strong>la</strong>s campanas de <strong>la</strong> catedral y <strong>la</strong>s músicas<br />
de regimiento y <strong>la</strong>s salvas de artillería tronaban <strong>ha</strong>sta el mar, pero nada alcanzaba a mitigar <strong>la</strong> miseria<br />
que querían esconder. Saludando con el sombrero desde el coche desvencijado, el general no podía<br />
menos que verse a sí mismo bajo una luz de lástima, al comparar aquel<strong>la</strong> recepción indigente con<br />
su entrada triunfal en Caracas en agosto de 1813, coronado de <strong>la</strong>ureles en una carroza tirada por <strong>la</strong>s<br />
seis doncel<strong>la</strong>s más hermosas de <strong>la</strong> ciudad, y en medio de una muchedumbre bañada en lágrimas que<br />
aquel día lo eternizó con su nombre de gloria: <strong>El</strong> Libertador» . ( Cfr. G. García Márquez, <strong>El</strong> general<br />
en su <strong>la</strong>berinto , op. cit. , p. 173.)<br />
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