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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

que le pagaron un recital que <strong>ha</strong>bía hecho sólo para él, aunque no lo <strong>ha</strong>bían visto desde los tiempos<br />

del vómito negro, y sin embargo sabíamos que él estaba ahí, lo sabíamos porque el mundo seguía,<br />

<strong>la</strong> vida seguía, el correo llegaba, <strong>la</strong> banda municipal tocaba <strong>la</strong> retreta de valses bobos de los sábados<br />

bajo <strong>la</strong>s palmeras polvorientas y los faroles mustios de <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de Armas, y otros músicos viejos<br />

reemp<strong>la</strong>zaban en <strong>la</strong> banda a los músicos <strong>muerto</strong>s . 169<br />

Largo pasaje que documenta eficazmente <strong>la</strong> técnica del narrador y <strong>la</strong>s dimensiones fantásticas y<br />

grotescas de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. A través de símbolos que en el lector mueven al recuerdo de otras nove<strong>la</strong>s<br />

hispanoamericanas, <strong>como</strong> el cometa, ya presente en Hijo de Hombre de Roa Bastos y en Los<br />

ríos profundos de José María Arguedas, <strong>la</strong> alusión al «olvidado» poeta Rubén Darío, <strong>la</strong> insistente<br />

omnipresencia del déspota, su realidad que se esfuma en irrealidad, el personaje cobra connotaciones<br />

fabulosas, en <strong>la</strong> dimensión de un tiempo inmemorial. Llegará el momento en que, en su omnipotencia,<br />

el Patriarca se creerá igual a Dios, o al menos a los antiguos reyes de Francia, que tenían el don de<br />

sanar a los leprosos; y en efecto éstos frecuentan todavía en gran número <strong>la</strong> vieja casona del poder.<br />

<strong>El</strong> dictador de Gabriel García Márquez es un personaje aparentemente sencillo, ajeno a <strong>la</strong><br />

aparatosidad que caracteriza a tantos déspotas, una suerte de terrateniente que posee el país entero,<br />

incesantemente presente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. Su muerte <strong>ha</strong>cia al final del libro queda finalmente comprobada,<br />

cuando ya hemos pasado reseña a <strong>la</strong>s numerosas y miserables «gestas» del mandatario. Una realidad<br />

a <strong>la</strong> que le cuesta imponerse, puesto que en <strong>la</strong> forma mentis de <strong>la</strong> gente <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong> inmortalidad<br />

del personaje se <strong>ha</strong> arraigado. Podía contar en efecto con una edad fabulosa, «una edad indefinida<br />

entre los 107 y los 232 años» 170 , aunque en realidad ya estaba en el poder antes de <strong>la</strong> conquista, si<br />

sus súbditos un día fueron a darle <strong>la</strong> noticia de <strong>la</strong> llegada de seres extrañamente ataviados y de <strong>ha</strong>b<strong>la</strong><br />

rarísima, los españoles.<br />

Una primera muerte <strong>ha</strong>bía sido sólo una estratagema del taimado dictador, realizada acudiendo a<br />

un sosia, y le <strong>ha</strong>bía servido para comprobar reacciones y castigar<strong>la</strong>s. Ahora el personaje, después de<br />

<strong>ha</strong>ber intentado vanamente escapar a <strong>la</strong> muerte, queda ajeno para siempre a <strong>la</strong> verdad de una vida que<br />

por fin con su desaparición vuelve a florecer en el país,<br />

ajeno a los c<strong>la</strong>mores de <strong>la</strong>s muchedumbres frenéticas que se ec<strong>ha</strong>ban a <strong>la</strong>s calles cantando los<br />

himnos de júbilo de <strong>la</strong> noticia jubilosa de su muerte y ajeno para siempre jamás a <strong>la</strong>s músicas de<br />

169 Ibi. , pp. 8-9.<br />

170 Ibi. , p. 87.<br />

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