El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />
Naturalmente, al contrario de lo afirmado, el narrador está continuamente presente en el texto. <strong>El</strong><br />
armazón de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> se funda en un intermitente monólogo del Supremo, en su dictado, mezc<strong>la</strong>do<br />
con diálogos, increpaciones y solicitaciones a corroborar y ac<strong>la</strong>rar dirigidas a su secretario. Una <strong>la</strong>rga<br />
«Circu<strong>la</strong>r Perpetua», no menos intermitente, recorre toda <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, entremezc<strong>la</strong>da con <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones<br />
de un «libro secreto», anotaciones de mano adversaria anónima al libro, contestaciones del dictador,<br />
anotaciones sacadas de un material histórico-crítico por el narrador y su comentario personal. En<br />
ocasiones <strong>la</strong>s notas se encaraman en <strong>la</strong> página, se mezc<strong>la</strong>n con el texto narrativo, para demostrar cómo<br />
el supuesto «a-copiador» trabaja <strong>la</strong> materia, corrobora, glosa, alega, critica, rectifica.<br />
La atmósfera irreal se acentúa <strong>como</strong> a través de una suerte de locura del Supremo, quien se<br />
siente megalomaniacamente «Suprema encarnación de <strong>la</strong> raza», el «Supremo Personaje» que «ve<strong>la</strong> y<br />
protege» el «sueño-dormido», el «sueño-despierto (no <strong>ha</strong>y diferencia entre ambos)» de su gente, <strong>la</strong><br />
cual «busca el paso del mar rojo en medio de <strong>la</strong> persecución y acorra<strong>la</strong>miento de nuestros enemigos...»<br />
153 : un nuevo Moisés que conduce a su pueblo <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong> salvación. Locura del poder y locura de una<br />
misión que se <strong>ha</strong> vuelto obsesión. En un singu<strong>la</strong>r coloquio con sus perros, que resuscita originalmente<br />
el de cervantina memoria, el supremo dictador ve rec<strong>ha</strong>zadas sus interpretaciones. <strong>El</strong> finado perro<br />
Satán le increpa duramente:<br />
Creíste que <strong>la</strong> patria que ayudaste a nacer, que <strong>la</strong> Revolución que salió armada de tu cráneo,<br />
empezaban-acababan en ti. Tu propia soberbia te hizo decir que eras hijo de un parto terrible y de<br />
un principio de mezc<strong>la</strong>. Te alucinaste y alucinaste a los demás fabu<strong>la</strong>ndo que tu poder era bsoluto.<br />
tampoco creíste en el pueblo con <strong>la</strong> verdadera mística de <strong>la</strong> Revolución: única que lleva a un verdadero<br />
conductor a identificarse con su causa; no a usar<strong>la</strong> <strong>como</strong> escondrijo de su absoluta vertical Persona,<br />
en <strong>la</strong> que ahora pastan horizontalmente los gusanos. 154<br />
Y advierte: «<strong>la</strong> verdadera Revolución no devora a sus hijos. Únicamente a sus bastardos» 155 .<br />
Nos damos cuenta de repente que el dictador está <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>ndo desde su muerte; probablemente su<br />
secretario, Patino, siga escribiendo, transformado irremediablemente en su mano. La gran alucinación<br />
153 Ibi. , pp. 345-346.<br />
154 Ibi. , p. 454.<br />
155 Ibi. , pp. 454-455- En torno al papel de los perros del dictador cfr. G. Bellini, «<strong>El</strong> Supremo y<br />
el coloquio con los perros», ínsu<strong>la</strong> , 521, 1990.<br />
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