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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

A mí no me importa <strong>la</strong> presidencia para recibir diplomáticos y asistir a recepciones y ponerme levita<br />

prestada. A mí lo que me interesa es el mando y ese lo tengo aquí con el ejército. 180<br />

En una de sus última investiduras, l<strong>la</strong>mado <strong>como</strong> salvador de <strong>la</strong> patria por sus partidarios políticos<br />

y por el pueblo entusiasmado, el general, a quien le gustaba afirmar que estaba allí sólo para poner<br />

orden, es ac<strong>la</strong>mado en el Senado, vitoreado por <strong>la</strong>s calles, llevado en triunfo: «Al salir, <strong>la</strong> masa humana<br />

rompió <strong>la</strong>s fi<strong>la</strong>s y el presidente siguió por <strong>la</strong> calle, a pie, en medio de aquel<strong>la</strong> apretura viviente. Alzaban<br />

voces y manos abiertas» 181 . La comedia, sin embargo, va mucho más allá de lo p<strong>la</strong>neado y no es<br />

difícil aceptar que el mismo dictador se sintiera llevado a su alto cargo legítimamente: «Este es el<br />

pueblo trabajador que me aprecia» 182 , pensaba, olvidando a los muchos opositores, a varios de los<br />

cuales mantenía encerrados desde <strong>ha</strong>cía años en cárceles espantosas. Se trataba de enemigos de <strong>la</strong><br />

patria y estimaba justo que sufrieran <strong>la</strong> pena más dura por sus crímenes.<br />

<strong>El</strong> dictador que nos presenta Us<strong>la</strong>r Pietri a través de <strong>la</strong> figura del general Peláez, es muy especial.<br />

Ante todo se trata de un caudillo, no de un político; nadie puede poner en duda su amor <strong>ha</strong>cia el país,<br />

su pasión por <strong>la</strong> tierra, que va comprando <strong>ha</strong>sta los últimos días de su vida, <strong>como</strong> buen campesino que<br />

era antes de meterse primero a guerrillero, luego a soldado y, en fin, a presidente. Su vida personal no<br />

se parece en nada a <strong>la</strong> de muchos mandatarios corruptos, dedicados a un ejercicio egoísta del poder.<br />

Ni es un mujeriego: dos so<strong>la</strong>s mujeres, con sus re<strong>la</strong>tivos hijos, tienen sitio en su corazón, sin que se<br />

case con ninguna. <strong>El</strong> ejercicio del poder lo entiende dirigido a <strong>la</strong> defensa de una construcción política<br />

de orden, que estima positiva para el país, y siempre se mantiene alerta para conservarlo. Peláez-<br />

Gómez sabe muy bien que «el mando no se puede dejar ni un momento» 183 . Pero también sabe que<br />

el mando no es eterno.<br />

Al hombre que <strong>ha</strong> llegado a ser todopoderoso le acec<strong>ha</strong> el desgaste inevitable de <strong>la</strong> edad, y <strong>la</strong> muerte<br />

poco a poco avanza. Y antes un destino triste de soledad, producto de <strong>la</strong> desconfianza en los hombres,<br />

de <strong>la</strong> continua sospec<strong>ha</strong>, a menudo justificada, pero que en sí, más que seguridad, procura tormento.<br />

180 Ibi. , p. 254.<br />

181 Ibi. , p. 381.<br />

182 Ibidem.<br />

183 Ibi. , p. 248.<br />

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