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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

desfondada y descolorida, miraba <strong>ha</strong>cia un patio interior sembrado de naranjos en flor, cuyo suave<br />

aroma se mezc<strong>la</strong>ba con el de agua de colonia que predominaba en el ambiente. 206<br />

La <strong>ha</strong>bitación descrita por García Márquez en <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto es todavía menos<br />

confortable: falta <strong>la</strong> mesa llena de libros y papeles, que en el re<strong>la</strong>to de Álvaro Mutis todavía atestigua<br />

una actividad intelectual, el interés <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong>s cosas del mundo por parte del Libertador; y también<br />

falta ese espacio abierto al patio «con naranjos en flor», sustituido por una ventana, que significa<br />

so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> posibilidad de un respiro y una mirada precaria desde un ambiente cerrado, que más bien<br />

se parece a una cárcel; igualmente falta ese insistente olor a agua de colonia, que indica un último<br />

cuidado para <strong>la</strong> persona.<br />

Lo que sí coincide casi exactamente en <strong>la</strong>s dos obras narrativas es el clima de desaliento y amargura<br />

en el que vive el personaje, aunque Mutis, con su sinteticidad, logra matices originalmente profundos,<br />

visibles en <strong>la</strong> pena del hombre de armas por muerte tan mezquina <strong>como</strong> <strong>la</strong> que se debe a <strong>la</strong> enfermedad,<br />

<strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong> inutilidad de toda una obra «por un país -afirma- que ni me quiere ni piensa que<br />

le <strong>ha</strong>ya yo servido en cosa que valga <strong>la</strong> pena» 207 .<br />

La desilusión del Libertador envuelve a todos los hombres en general. Una frase significativa lo<br />

reve<strong>la</strong>, cuando le dec<strong>la</strong>ra a Napierzki: «Toda re<strong>la</strong>ción con los hombres deja un germen funesto de<br />

desorden que nos acerca a <strong>la</strong> muerte» 208 . Y <strong>la</strong> muerte es ese «último rostro», título que Álvaro Mutis<br />

da a su re<strong>la</strong>to, sacándolo, según dice, de un manuscrito anónimo del siglo XI, de <strong>la</strong> Biblioteca del<br />

Monasterio del Monte Athos. Rostro último con el cual el Libertador debía de tener familiaridad desde<br />

siempre, según estima el coronel:<br />

Una vieja familiaridad con <strong>la</strong> muerte se me <strong>ha</strong>ce evidente en este hombre que, desde joven, debe<br />

venir interrogándose sobre su fin en el silencio de su alma de huérfano solitario. 209<br />

Extraño dictador, por supuesto, Bolívar; más bien personaje ejemp<strong>la</strong>r que interpreta <strong>la</strong> desesperanza<br />

americana <strong>ha</strong>cia el futuro cuando en el re<strong>la</strong>to de Mutis así se expresa:<br />

206 Ibi. , p. 40.<br />

207 Ibi. , p. 42.<br />

208 Ibi. , p. 57.<br />

209 Ibi. , p. 61.<br />

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