El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como
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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />
Además los lutos, que una <strong>la</strong>rga vida fatalmente contemp<strong>la</strong>: <strong>la</strong> muerte de amigos y familiares, <strong>la</strong> de<br />
un hijo, en el cual el general <strong>ha</strong>bía puesto todas sus esperanzas.<br />
La soledad vuelve triste <strong>la</strong> vida del poderoso, mientras van desfalleciendo progresivamente sus<br />
energías, avanzan los ac<strong>ha</strong>ques de <strong>la</strong> vejez; es cuando debe imponerse a sí mismo, a <strong>la</strong> modorra que<br />
lo invade, luc<strong>ha</strong>ndo contra los vacíos de <strong>la</strong> memoria, <strong>la</strong> pérdida de <strong>la</strong> vista, <strong>la</strong>s dificultades de un<br />
organismo que funciona cada vez menos, acudiendo a un activismo voluntarioso que lo destruye, para<br />
impedir que amigos y enemigos a los que desprecia y que están acec<strong>ha</strong>ndo su próximo fin se den<br />
cuenta de su debilidad.<br />
Debido a estos motivos, poco a poco, <strong>ha</strong>cia el final de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, dentro de un clima que parece<br />
casi justificar <strong>la</strong>s equivocaciones del hombre que se sintió salvador de <strong>la</strong> patria, <strong>la</strong> atmósfera cobra<br />
un matiz intensamente triste. Ahora el general se nos presenta agarrado con obstinación a su poder<br />
no para ejercitarlo de manera egoísta, sino en función de una misión preservadora, <strong>la</strong> de salvar al país<br />
del caos, sin <strong>ha</strong>ber sabido interpretar <strong>la</strong>s instancias de libertad de su pueblo.<br />
Sobre el personaje el avanzar de <strong>la</strong> edad y el debilitamiento físico -insistente memento que no sabe<br />
entender-, proyectan una nota patética, y sobre todo impresiona ese espasmódico aferrarse al poder,<br />
a su tierra, al ejército, cuyo mando tiene finalmente que dejar a uno de sus oficiales más jóvenes,<br />
aparentemente fiel y sumiso, de quien no obstante profundamente desconfía.<br />
La sospec<strong>ha</strong> destruye al general; son días y meses amargos en los que el temor a ser destituido se une<br />
a <strong>la</strong>s señales trágicas de su agotamiento: «Dio un traspiés al levantarse del sillón. ¿Lo <strong>ha</strong>brían visto?»<br />
184 . Hasta que por fin llega el momento de su agonía, cuando todo en torno es expectación y temor:<br />
No sólo en <strong>la</strong> alcoba del enfermo, sino en el país entero el tiempo pareció <strong>ha</strong>cerse más lento y casi<br />
detenerse. Era <strong>como</strong> una <strong>la</strong>rga víspera desesperadamente tarda». 185<br />
Vanidad de vanidades, <strong>la</strong> muerte <strong>como</strong> medida última, culminación trágica del gran carnaval que<br />
fue <strong>la</strong> trayectoria política del dictador, el cual ahora, con <strong>la</strong> vida, lo pierde todo.<br />
Con gran <strong>ha</strong>bilidad Us<strong>la</strong>r Pietri conecta los últimos momentos del general con el comienzo de<br />
<strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, donde daba el anuncio trepidante de su muerte, que acababa de ocurrir. La parte central<br />
del libro narra <strong>la</strong> historia del ascenso de Peláez-Gómez, <strong>ha</strong>sta el momento de su defunción. La nota<br />
184 Ibi. , p. 389.<br />
185 Ibi. , p. 396.<br />
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