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Cuando llegaron los españoles a esta región, el asentamiento purépecha era el que<br />
estaba en las faldas de las mesas de Maravatío, a donde con frecuencia, el misionero agustino, Fr.<br />
Alonso de Alvarado, llegaba desplazándose, a pie, desde Yuririhapúndaro, (lugar de lago de sangre<br />
en purépecha) para catequizar a la etnia purépecha. Del nombre anterior de Yuririhapúndaro no se<br />
sabe nada y los purépechas siempre borraban la nomenclatura de los pueblos que dominaban y así<br />
como a Na Guadán (lugar de magueyes en ñañú u otomí) le pusieron Acámbaro que es igual a lugar<br />
de magueyes en purépecha, Yuririhapúndaro (lugar de lago de sangre) debió ser Hueiatezcaezco o<br />
Hueiatezcaeztlan que es igual a lugar de lago de sangre en nahuatl y los chichimecas de esta región<br />
eran nahuatlacas.<br />
En esos tiempos, el primer Virrey de la Nueva España, Don Antonio de Mendoza,<br />
mandó, como queda dicho, a l8 jóvenes españoles, aguerridos y valientes, comandados por Don<br />
Alonso de Navarrete – que habían sacado de la cárcel – para que se establecieran en la parte baja de<br />
las mesas de Maravatío, desde donde podían observar el asentamiento aborigen y así poder tramitar<br />
sus ataques para tener seguras sus victorias. Ya preparados se lanzaron sobre las faldas de las mesas<br />
de Maravatío, en donde los recibió el cacique Curuxán (concursante vencedor en purépecha.) y su<br />
hija Yorahue (la verdugo) que eran los que comandaban la tribu purépecha.<br />
Curuxán, Yorahue y su gente, no los recibieron con caricias, los recibieron con flechazos,<br />
causándoles 5 bajas, quedando sólo l3 españoles vivos, lo que no sintieron bonito los jóvenes<br />
aguerridos. Se repusieron, tomaron nuevas precauciones unos y otros y volvieron al ataque el cual<br />
Curuxán, su hija y su gente resistieron con ferocidad descalabrando y sufriendo descalabros; pero<br />
sin darse por vencidos. Don Alonso de Navarrete lamentó la pérdida de sus 5 soldados, diciendo que<br />
si los naturales hubieran tenido las armas como las suyas, los hubieran acabado.<br />
(Fr. Nicolás P. Navarrete, Un gran Obrero en la Viña Agustiniana, pág.28)<br />
El misionero agustino, Fr, Alonso de Alvarado, catequizador y consejero cristiano de los<br />
naturales, intervino ante Curuxán para limar asperezas y llegar a un acuerdo de reconciliación, para<br />
evitar las atrocidades que se estaban cometiendo en este lugar. Fr. Alonso de Alvarado, mirando que<br />
la situación era tensa y no daba principio de dar término, con la elocuencia de su lógica, procuró<br />
reunirlos de nuevo en el alojamiento de Curuxán, en las faldas de las mesas. Allí llevó a Don Alonso<br />
de Navarrete y una vez juntos, él intervino para llegar a un acuerdo de pacificación. Curuxán aceptó,<br />
pero no dejó de sentir acribillado su amor propio y orgullo, y aunque aceptó, no dejó ausente su<br />
resentimiento que horadaba todo su ser.<br />
Don Alonso de Navarrete, jefe de los españoles, acompañado por Fr. Alonso de Alvarado,<br />
quien, en este caso, coordinaba todo el asunto, se presentó una vez más, ante Curuxán, en su<br />
aposento para allanar los problemas. Allí conoció de cerca a su hija Yorahue, la que por todas sus<br />
prendas femeninas mucho le agradó, y no menos fue la simpatía y atracción que Yorahue sintió por<br />
Don Alonso, a pesar de su antagonismo, quedando prendados ambos, por sus encantos físicojuveniles:<br />
el uno de la otra y la otra del uno; con la fuerza que se odiaban, el uno por el dominio y la<br />
otra por la defensa de su pueblo y su dignidad. La fuerza del amor que vence todo, los venció a los<br />
dos; y aquel antagonismo se fusionó venciendo a la mujer a quien nadie vence y que sólo por el amor<br />
es vencida; eso sucedió a Yorahue aunque sin consumarse.<br />
Antecedentes<br />
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