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2010_CEOCB_monografia Santiago Maravatio.pdf - Inicio

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El pueblo tenía organizada una ronda, la cual era un grupo de hombres que se<br />

encargaban de recorrer las calles del lugar con el propósito de cuidar y proteger a la vecindad que<br />

descansaba en los brazos de morfeo. Estos individuos se armaban con palos, machetes y más de<br />

alguno, con una carabina o escopeta de chispa que para ellos era de lo más adelantado en la defensa<br />

de su comunidad.<br />

Una de tantas noches, la patrulla veladora, la siguió hasta el panteón, el que tenía una<br />

puerta de golpe de mezquite para su acceso. La llorona se acaballó en lo más alto del horcón que<br />

sostenía a la puerta, y con su máscara resplandeciente daba un aspecto imponente de terror, pavor y<br />

miedo, Uno de los integrantes de la ronda se atrevió a decirle: “ De parte de Dios te pido que me digas<br />

si eres de este mundo o del otro.” Y ella le contestó: “ yo no soy de este mundo ni del otro, soy un alma<br />

en penas que no puedo entrar al cielo, por haber arrojado desde lo más alto de un peñasco , allá por la<br />

Joyita de Pastores, a un niño que tuve, por eso ando penando y van a penar todas las mujeres que se<br />

porten mal como yo; Dios me tiene castigada por malvada.“En esos momentos comenzó a dar unos<br />

gritos tan horrorosos que parecían alaridos del demonio, todos los que formaban la ronda cayeron<br />

desmayados de horror, no se dieron cuenta que se hizo la llorona.<br />

Después de lo sucedido, el terror fue mayor en toda la vecindad, todo mundo tenía miedo<br />

salir en cuanto se ocultaba el sol, las calles estaban desierta, asoladas y atemorizada, nadie se atrevía<br />

a salir. Esto era lo que la llorona quería para hacer de las suyas y lo hacía, ya que había logrado<br />

infundir el temor a todo mundo.<br />

Una ocasión, el Padre de la comunidad, venía de una confesión, a las horas de la noche y<br />

pasando por el panteón, la llorona sin darse cuenta quien era, comenzó con sus alaridos; el Padre al<br />

verla trepada en lo más alto de la puerta del panteón, se armó de valor y le dijo: “ Soy sacerdote, soy el<br />

vicario de este pueblo y si no me dices quien eres, te conjuro.” Doña Chencha, al darse cuenta de que<br />

quien le hablaba era el sacerdote del pueblo, a quien ella mucho estimaba y con frecuencia visitaba,<br />

para pedirle consejos espirituales y de religión, considerando que la había conocido, consternada de<br />

vergüenza, cayó al suelo súpita, donde el padre Vicario se cercioró de quien era la llorona que tenía<br />

atemorizado a todo el pueblo. Doña Chencha, la llorona, que tenía atemorizado a todo el pueblo de<br />

<strong>Santiago</strong> Maravatío, resultó ser Doña Ausencia que vivía en la casa número tal de la calle fulana de<br />

<strong>Santiago</strong> Maravatío.<br />

XIII.5 Carlos Vega ( El trovador)<br />

En la comunidad de La Estancia del Carmen de Maravatío, allá por los años 30 del siglo<br />

XX, existió un profesor con todas sus ideas liberales, seguramente por el ambiente del momento,<br />

cuando se trataba de imponer el sistema liberal combatiendo al religioso, desencadenando la lucha<br />

contra la religión y el clero, consecuencia de las leyes de reforma de Lerdo de Tejada y Don Benito<br />

Juárez<br />

Por esos días vivía en La Estancia del Carmen de Maravatío, un señor originario del<br />

rancho de El Arroyo Colorado , llamado Carlos Vega, persona sin escuela, pero con una beta poética<br />

excepcional para trovar improvisadamente.<br />

Leyendas<br />

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