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Santiago Maravatío.
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Un día sábado el profesor invitó a D. Calos Vega para irse a bañar al Obrajuelo, donde
aforaba un manantial, con unas piletas acondicionadas para el baño, sobre la carretera de Salvatierra
a Acámbaro, invitación que D. Carlos aceptó. Salieron caminando 2:00 horas aproximadamente,
para llegar al lugar, no había medios de transporte. Después de bañarse, se pusieron a descansar
bajo la llamativa sombra de los sabinos que adornan el lugar. El profesor vestía un saco largo ,viejo
de catrín –como decían los vecinos de la comunidad- todo maltratado y mugroso, En esos tiempos los
profesores, por regla general, eran improvisados, todavía había muy pocas escuelas normales y
aunque las hubiera , no había posibilidades para asistir a ellas y éste era el motivo por el cual,
personas que únicamente sabían leer y escribir, ocupaban el puesto de profesores rurales. En estas
condiciones, era lógico que el mencionado profesor vistiera tan mal.
El profesor que tenía noticias de las cualidades de Don Carlos y de su Apego a la religión,
lo que él satirizaba, lo provoca para que afore sus habilidades, y Don Carlos inicia así:
“Al aire cruel desatino…
¿A qué santo pido auxilio?
¿Al milagroso Basilio
Que me guíe por buen camino
Y libere mi destino?
¿Al Divino Sacramento
Que me libre del tormento
Y me sirva de padrino?”
El profesor lo interrumpe diciendo: “Ya, ya, ya… las cosas de Dios ya pasaron a la
historia, estamos en la aplicación de las nuevas reformas y Ud, sigue siendo un santurrón que cree
con los ojos cerrados lo que dicen los curas en el púlpito; sacuda su ignorancia y hábleme de cosas
reales y no de milagros que nadie ve ni cree.” Don Carlos contesta: “ Está bien Profesor, es cierto que
yo soy una persona muy ignorante, yo nunca tuve la oportunidad de asistir a grandes escuelas como
Ud. donde se aprende de todo. La diferencia entre Ud y yo es grandísima: yo soy muy sencillo, visto
ropa de campesino muy pobre, y Ud….¡ mire nomás…viste un trajezote de catrín; pero como Ud. me
pide le voy hablar de cosas muy propias de nosotros ¡:
Yo soy rico hasta el nomás,
Dueño de siete millones:
De piojos en mis calzones,
Si quieres ven y verás…
De liendres tengo un millón,
Porque es mucho mi caudal,
No las puedo soportar;
Cuando me pongo el cotón,
Me da tanta comezón…
Que hasta ni en sosiego estoy:
De piojos digo que soy