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Fr. Nicolás Mota nació en Pueblo Nuevo, Gto. el 10 de septiembre de 1864, sus padres
fueron Rafael Mota y Paula Sánchez; fue uno de los talentos más brillantes egresados del Colegio del
Espíritu Santo de Santiago Maravatío, un predicador distinguido, prior en Guadalajara y vicario en
pueblos humildes, tomando en cuenta la disciplina de sus superiores y de su orden. Era Vicario en
Huandacareo cuando un accidente automovilístico cortó su existencia el 23 de mayo de 1925.
José María García (a) Chema El Loco, era el sacristán y en la banda de música del pueblo
tocaba la tambora, cuando se estaba poniendo el anemómetro en la torre del templo se cayó y, al aire,
en el viento, exclamó: “! Señor Santiaguito, te encargo mi tamborcito…!” El común decir de las gentes
del pueblo afirma que el santo patrón le hizo el milagro. Ya anteriormente se había caído otras veces,
pero de menor altura.
Chema El Loco, salía, con una alcancía con una imagen de Sr. Santiago, a las comunidades
a pedir limosna para el Patrón. Se ponía a jugar baraja y cuando perdía decía: “ Señor Santiaguito, ya
perdí, préstame para reponer lo perdido, ¿verdad que sí me prestas…? Sí, tú eres bueno, yo estoy
seguro que no te enojas.” Abría la alcancía, jugaba lo que traía, Santo Santiago ya se lo había
prestado. ¡Qué curioso era José María García, alias Chema el loco !
II. 5 El colegio del espíritu santo
Fr. Nicolás Villanueva nació en Pueblo Nuevo el 10 de septiembre de 1833, siendo sus
padres Don José María Villanueva y Doña Maria de la Luz Villafuerte. La Profesora Jesuita Silva, una
anciana maestra de su pueblo, le enseñó las primeras letras. A los 12 años llegó a Salamanca para
cursar el latín y humanidades, siendo el alumno más distinguido y aventajado del General García
Trillo, provincial de la orden agustiniana indicó que el noviciado se haría hasta terminar la filosofía,
rezón por la cual, Nicolás Villanueva y sus compañeros fueron enviados a Morelia, donde era
maestro el insigne Vicente Garcidueñas, quien como orador era llamado “El Piquito de Oro”.
Por determinadas razones repartieron el grupo en dos fracciones: una se quedó en
Morelia y la otra se fue a Guadalajara en donde le tocó a Nicolás Villanueva, hacer su año de prueba
bajo la dirección de su hermano Tomas, quien fuera maestro de novicios. En Guadalajara cursó su
teología, siendo sus maestros: el Rector Fr. Manuel Rodríguez, ínclito teólogo y el Vicerrector Fr.
Tomás Villanueva, su hermano, terminando su brillante carrera a la edad de 22 años, faltándole 2
para cumplir los 24, que es la edad, para poderse ordenar.
Llegó la época de la guerra de Reforma entre conservadores y liberales, y desatada ya la
revolución contra la Iglesia, con dificultad y peligro, se atrevían los obispos visitar la cabecera de su
diócesis para realizar ordenaciones sacerdotales, y por este motivo el Arzobispo de Guadalajara,
Don Pedro Espinoza, pudo ordenarlo hasta el 27 de diciembre de 1857.
Los religiosos agustinos fueron arrojados de su convento de Guadalajara el 20 de
septiembre de 1861 y Fr. Nicolás se escondió bajo un sótano y por la noche, disfrazado de carbonero,
entró a la Iglesia que ya estaba ocupada por militares, con el fin de salvar de la rapiña y el sacrilegio
los objeto sagrados, depositándolos en casas de familias católicas de confianza. Buscó acomodo
como sirviente en casa de un abogado que vivía cerca del convento, aparentando ser un sencillo
Fundación
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