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Santiago Maravatío.
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LA MONTAÑA DE CULIACÁN
Siempre que te contemplo
En tu recia altivez, me das ejemplo
De firmeza y de paz, de lucha y calma.
Entre todas descuellas
Y hablas en el azul con las estrellas
Y haces vibrar en inspiración el alma.
¡Oh montaña gigante!
Tu cónica figura dominante
Tiene el vértice azul de los ensueños…
Recuerdo las quimeras
Y las lejanas dichas placenteras
De los dulces amores hogareños.
Hoy que llego a tu cima
Mi espíritu anhelante se sublima,
Contemplando el inmenso panorama:
Arriba el cielo azul
Con su radiante bóveda de tul,
Sobre la tierra su esplendor derrama,
Abajo, el Lerma de oro,
Por los campos efunde su tesoro,
En ubérrimas mieses y pomarios;
La vida llora y canta
Y un himno majestuoso se levanta
De los blancos y alegres campanarios.
A lo lejos cintila
La laguna romántica y tranquila
De la vieja ciudad de los conventos:
Es urna de cristales
Que guarda los recuerdos inmortales
De un heroico creador de monumentos.
Parece que meditas,
Como mi alma, en visiones infinitas,
Bajo la paz augusta de los cielos:
Estás mudo y sombrío,
¡Ay! tu semblante se parece al mío
Cuando vierten su hielo los desconsuelos.
Tres robles seculares