2010_CEOCB_monografia Santiago Maravatio.pdf - Inicio

Santiago Maravatío.
268
Otro día por la mañana, Jesús se levantó para hacer el currículo de costumbre. Dio la
primera llamada de misa, abrió la puerta del templo, preparó la indumentaria sacra para la
celebración de la misa y esperó que llegara la hora, después de tener todo preparado, le ayudó la
misa al padre Fr. Nicolás López Gaitán, quien después de dar gracias se fue a desayunar.
Cuando estaban desayunando, Jesús le dijo al padre: “ Padre, ¿Quién echó esa custodia
al pozo”? El padre le contestó “¿ Cuál custodia y cuál pozo? ¿ De qué me hablas? No te entiendo
absolutamente nada. Jesús repuso: “Esto sí está curioso… Ud. me levantó a media noche para que
llamara misa, la llamé , abrí el templo, como Ud. me indicó, y a media noche y sin gente, Ud. celebró
misa, yo se la ayudé, después de prepararle todo; cuando terminó me dijo que dejara todo arreglado
y que sacara la custodia que está en el pozo del corral, en la esquina del crucero del lado noreste del
templo y que me fuera a dormir, porque todavía era muy temprano.
El padre le dice a Jesús: “ Cada palabra tuya me trae mas curiosidad… si yo nunca me
levanté y mucho menos a celebrar misa a esas horas y la Iglesia sin gente. Seguramente fue algún
sacerdote difunto que todavía trae su alma en penas.” El padre prosiguió: “ Jesús ¿ estás seguro que
era yo el sacerdote a quien ayudaste la misa anoche? ” Padre, discúlpeme, a mí nunca se me ocurrió
verle la cara, yo sólo atendí lo que me indicó que hiciera y siempre creí que era Ud.
Jesús se puso agotar el pozo, sacándole todo el agua; pero cuando iba agotándolo
brotaron unos veneros muy abundantes que no le dieron tiempo de proseguir su encargo, antes bien,
con mucho apresuramiento salió del pozo que en el fondo tenía la forma de una campana enorme. El
que escribe tubo la oportunidad de conocer perfectamente la campana de dicho pozo.